Cosechas lo que siembras: Cómo el cambio demográfico y la protección social moldearán el futuro de ALC

13 de Octubre de 2025

Los sistemas de protección social son uno de los pilares de la política social en América Latina y el Caribe (ALC). Reducen la pobreza, fomentan la inclusión y aseguran un nivel mínimo de bienestar para su población objetivo. A la vez, refuerzan la cohesión social y fortalecen la legitimidad de la democracia. Sin embargo, estos sistemas enfrentan crecientes presiones derivadas de cambios demográficos y otras transformaciones estructurales que podrían redefinir cómo las sociedades cubren estas necesidades en el futuro.1 

Este #GraphForThought analiza el gasto en protección social y la velocidad del envejecimiento poblacional para reflexionar sobre cómo los cambios demográficos pueden afectar la protección social y el crecimiento económico a largo plazo en ALC. 

En la mayoría de los países de la región, el gasto en protección social se ha concentrado en las pensiones de adultos mayores, destinando mucho menos a la infancia. Como se ve en la Figura 1, ALC asigna el 0,8% del PIB a la protección social de los niños (que representan el 29,3% de la población), y el 7,4% a los adultos mayores (que representan el 9,4%), nueve veces más. Aunque priorizar a los adultos mayores es una tendencia global, el desequilibrio en ALC es más marcado que en otras regiones en desarrollo. De hecho, el gasto en adultos mayores en la región es comparable al de países de ingresos altos, a pesar de que su proporción de mayores de 65 años es mucho menor (9,5% vs. 19,5%, respectivamente). 

 

Este desequilibrio tiene consecuencias visibles. Los niños enfrentan tasas de pobreza extrema mucho más altas que los adultos mayores, estando sobrerrepresentados entre los extremadamente pobres (Figura 2). En 2023, la tasa de pobreza extrema de los niños en ALC fue de 16,1%, casi tres veces la de los adultos mayores (5,7%). 

 

Los sistemas de protección social actuales enfrentarán cada vez más presión en las próximas décadas. La transición demográfica -el proceso por el cual las sociedades pasan de tasas altas de natalidad y mortalidad a tasas más bajas, conduciendo finalmente a una población envejecida- está ocurriendo mucho más rápido en ALC que en los países desarrollados (Figura 3). En promedio, a Europa le tomó 56 años que la proporción de personas de 65 años o más pasara de ser el 10% al 20% de la población. En ALC, esta transición ocurrirá en aproximadamente la mitad de ese tiempo. Brasil, por ejemplo, dará este salto en tan solo 25 años. 

 

Este cambio acelerado significa que ALC experimentará un “dividendo demográfico” más corto. Mientras que los países desarrollados disfrutaron de largos períodos de crecimiento con poblaciones en edad de trabajar relativamente grandes, muchos países de la región corren el riesgo de envejecer antes de alcanzar niveles de riqueza comparables. Con una productividad laboral estancada y un crecimiento económico aún dependiente del aumento de la población empleada, el envejecimiento agrega presión adicional sobre el desarrollo. También tensiona a los sistemas de salud y pensión: el financiamiento de beneficios y servicios para un número creciente de adultos mayores recaerá sobre una población en edad de trabajar cada vez más pequeña, generando estrés fiscal y arriesgando la exclusión de grupos vulnerables de servicios esenciales. 

Curiosamente, parte de la solución puede encontrarse en la propia protección social. Aumentar la participación laboral, especialmente de las mujeres, puede expandir la fuerza laboral y estimular la economía. Ampliar el acceso a sistemas de cuidado de calidad será esencial para lograrlo. Mejorar la productividad laboral también es urgente, lo que requiere invertir no solo en los trabajadores e industrias actuales, sino también en la próxima generación. 

Estas inversiones contribuyen al dinamismo económico y, al mismo tiempo, fortalecen la resiliencia a nivel individual y comunitario, un elemento clave del desarrollo humano resiliente. Además, al responder visiblemente a las necesidades cambiantes de las familias, estas políticas pueden fortalecer la confianza ciudadana en las instituciones del Estado y reforzar la legitimidad de los sistemas democráticos. 

En un par de décadas, la mayoría de quienes leen estas líneas formarán parte de una gran generación de adultos mayores, dependientes de una fuerza laboral más pequeña que deberá ser altamente productiva. Sin embargo, esta generación, los niños de hoy, enfrenta tasas de pobreza mucho más altas que las de los adultos o los mayores. Repensar la protección social e incrementar significativamente la inversión tanto en la infancia como en los sistemas de cuidado no es solo una opción de política, sino un requisito para asegurar el futuro de la región. 

Apoyar a la próxima generación mientras se permite que los trabajadores de hoy prosperen puede ayudar a los hogares a construir los activos -como educación, acceso al crédito y vivienda adecuada- que les permitan prosperar y resistir la adversidad. Atender estas necesidades también es esencial para proteger la democracia, fomentando su percepción como un sistema capaz de mejorar la vida de las personas. En un contexto de rápido cambio demográfico y creciente incertidumbre, promover sistemas de protección social más sólidos e inclusivos será central para construir un desarrollo humano resiliente en América Latina y el Caribe. 

 

 

[1] Este #GraphForThought es un esfuerzo conjunto del equipo de Crecimiento Inclusivo y Reducción de la Pobreza y del equipo de ODS y Políticas para el Desarrollo. Se basa en los hallazgos del Informe Regional de Desarrollo Humano 2025 y de la Oferta de Protección Social de PNUD para América Latina y el Caribe.