Conocimiento, innovación y resiliencia frente a la pobreza

15 de Octubre de 2025
Pink banner with bold white text in Spanish on knowledge, innovation and resilience against poverty.

 

Por Franco Villagarcía, oficial de Prosperidad y Reducción de la Pobreza del PNUD Perú

 

La pobreza sigue siendo uno de los desafíos más persistentes en América Latina. Según el último Informe Regional de Desarrollo Humano del PNUD, el 30% de la población vive justo por encima de la línea de pobreza, en una situación de alta vulnerabilidad. Basta un evento inesperado como una enfermedad, una crisis climática o un repunte en los precios para que millones de personas recaigan en la pobreza.

Asimismo, el informe señala que este fenómeno ha cambiado de rostro. Hoy, la pobreza se concentra cada vez más en las ciudades: en 2022, el 73% de las personas pobres vivían en zonas urbanas, frente al 66% en el año 2000. Esta tendencia también se refleja en la pobreza extrema, que ha migrado de lo rural a lo urbano.

En Perú, los avances en la reducción de la pobreza se vieron golpeados principalmente por la pandemia y la desaceleración económica. Más de una cuarta parte de la población se encuentra actualmente en situación de pobreza. No obstante, de esa proporción de personas puede existir un grupo que se ve afectada por las consecuencias de la pobreza estructural. 

Frente a este difícil escenario, una primera reflexión es que los desafíos a nivel regional por reducir los niveles de pobreza se mantienen, pero además existen desafíos a nivel país que pueden agravarse por las nuevas crisis globales. 

Este contexto nos recuerda, además, que erradicar la pobreza, no es solo una meta de desarrollo, sino una urgencia humana que impide a millones desarrollar su potencial. Este blog busca concentrarse en tres aspectos básicos: La necesidad de analizar y comprender la realidad de la pobreza en su complejidad, la adopción de la innovación y la promoción de la resiliencia. 

La pobreza y su complejidad

Desde el PNUD entendemos que la pobreza es multidimensional y heterogénea. No se vive igual en una comunidad altoandina que en un barrio periférico urbano. En zonas rurales, la falta de agua segura y servicios básicos es determinante; en las ciudades, la precariedad laboral y la inseguridad alimentaria son los principales factores.

Reconocer estas diferencias es el primer paso para diseñar respuestas más pertinentes y equitativas. Sin embargo, en ese análisis surgen también temas estructurales, como el caso de la informalidad. 

En Perú y en la región, la mayoría de los trabajadores pobres están empleados en el sector informal, donde los ingresos son bajos y las condiciones laborales precarias. Además, suelen estar excluidos de sistemas de protección social, lo que los deja más expuestos a caer —o permanecer— en la pobreza. Este fenómeno alimenta lo que el informe del PNUD denomina la “clase media ausente” o missing middle: personas que no califican para programas sociales, pero tampoco tienen acceso a sistemas contributivos como pensiones o seguros de salud.

La innovación como instrumento de bienestar

Erradicar la pobreza exige innovación. No solo tecnológica, sino también social e institucional. En PNUD Perú impulsamos soluciones que combinan conocimiento local, digitalización y alianzas estratégicas para generar oportunidades sostenibles. Por ejemplo, promovemos la inclusión económica y financiera de poblaciones vulnerables a través de herramientas digitales que mejoran sus ingresos. También desarrollamos competencias digitales e inteligencia artificial para facilitar la empleabilidad juvenil y la reinserción laboral.

La pandemia no solo profundizó las brechas existentes, sino que redefinió lo que entendemos por vulnerabilidad. La pérdida de empleos informales, el cierre de pequeños negocios y el aumento del trabajo de cuidado no remunerado —especialmente entre mujeres— evidenciaron que la pobreza también es una cuestión de capacidad de adaptación.

Resiliencia para no caer en la pobreza

No obstante, ahora además de los rezagos de la pandemia enfrentamos desafíos de adaptación adicionales, como el cambio climático, las crisis políticas y además la aparición de nuevas tecnologías. Todo esto refuerza la idea que cada vez tendremos nuevos contextos que requieren adaptación y flexibilidad. Por ello, el trabajo por la erradicación de la pobreza requiere fortalecer la resiliencia de las personas, comunidades e instituciones. Esto implica promover capacidades para enfrentar crisis sanitarias, económicas o climáticas, pero también crear condiciones estructurales que permitan recuperarse de ellas. 

Desde el PNUD trabajamos con gobiernos regionales en estrategias de desarrollo territorial resiliente, integrando planificación económica, gestión de riesgos y sostenibilidad ambiental.

Erradicar la pobreza en todas sus formas y dimensiones sigue siendo el primer Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) y desde la academia y las políticas públicas se han identificados una serie de intervenciones que contribuyen a reducirla. S in embargo, parte de la reflexión está en el hecho que estas intervenciones de manera aislada no garantizan esos resultados, por tanto, es necesario enfoque multisectorial y articulado y preferentemente desde una mirada territorial. Solo entendiendo la pobreza en su complejidad y actuando con creatividad y compromiso podremos avanzar hacia el Perú que soñamos.