¿Cómo hablamos de las violencias?

Por: Daniella Toce Salcedo, comunicadora en PNUD Perú

3 de Agosto de 2023

 

Las violencias basadas en género en el Perú parecen ser una epidemia a la que no encontramos cura. Año tras año nos sorprendemos ante el incremento de casos, el aumento de la crueldad de los mismos, y el desfile de cifras. Por ejemplo, al 2021, 54.9% de mujeres declararon haber sido víctimas de violencia alguna vez en su vida. En 2022, la Policía Nacional del Perú reportó a 11 524 mujeres desaparecidas. Durante la primera mitad del 2023, el Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables reportó 76 feminicidios, y atendió más de 67 mil casos de distintos tipos de violencias en los Centros de Emergencia Mujer de todo el país. Mientras que los derechos de las mujeres se ven amenazados, las cifras de violencias continúan en aumento sostenido año tras año, y, aun así, nos toma por sorpresa que existan. 

Leer el problema en números da a entender la magnitud y a la vez, maquilla la realidad de la que estamos hablando: de Sandra, Esther, Katherine, Maria, Maria Fernanda, Wendy, Damaris, que son más que cifras. Son mujeres, personas, ciudadanas, hijas, amigas, historias que se cortan frente a la violencia. No podemos entender el problema si lo vemos solo en los números, así como no podemos atenderlo solo en la teoría. Es clave que enfrentemos las violencias, de forma integral, en todos los niveles. 

Tenemos que pensar en cómo estamos hablando de las mujeres: qué mensajes estamos empleando que construyen una realidad en la que casi el 60% de la población tolera o justifica las violencias contra las mujeres de alguna manera. A través de diversos mensajes, como sociedad, reforzamos estereotipos, ideas y sesgos en contra de las mujeres, que aportan a una situación de polarización, que, en un círculo vicioso, genera mayor tolerancia a la desinformación y mensajes tóxicos. Todo esto bajo la premisa de la defensa de la moral, de los roles tradicionales de las mujeres en el espacio privado y en las labores de cuidado, sin ejercer su independencia. 

Entre octubre de 2022 y marzo de 2023, la herramienta de escucha social eMonitor+ del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, recogió ataques a mujeres en posición de toma de decisiones, que en el 74% de los casos estuvieron sostenidos sobre estereotipos tradicionales de género. Con mensajes que hacían referencia a la vida privada, que cuestionan la inteligencia o salud mental usando palabras como “calabaza” “loca” y “bruja”, o que critican el aspecto físico, se reproduce en el espacio de las redes sociales la idea de que las mujeres no deben hacer política, porque no entran en el canon tradicional de esta: que no son inteligentes ni racionales, que su físico es cuestión de discusión pública, y que su vida personal interfiere en su liderazgo. Durante las últimas campañas electorales (Elecciones Generales y Elecciones Regionales y Municipales) el 41% de candidatas al congreso y el 70% de candidatas a cargos de presidencia regional, alcaldías municipales y/o distritales declararon haber sufrido acoso. El acoso político es una de las violencias que enfrentan las mujeres y debemos llamarle como tal.  

Es clave también, que reflexionemos sobre cómo estamos hablando de las violencias en sí. Dar a los casos que observamos un tratamiento sensacionalista, reportarlos como “casos aislados”, o señalar a agresores como “monstruos”, invisibiliza una realidad importante de las violencias contra las mujeres: que son comunes, sistemáticas, estructurales, y que escalan en el tiempo. No suceden como casos excepcionales, ajenos a la sociedad, sino que están presentes en todos los ámbitos y niveles.  

Es fundamental que las violencias contra las mujeres se entiendan como una vulneración de sus derechos, en el marco de un sistema de discriminación estructural. No podemos dar la espalda a esta realidad. Ignorarla, o invisibilizarla adrede lo único que hace es quitar importancia a los problemas y alejarnos cada vez más de poder trabajar hacia su erradicación. No se puede resolver lo que no se conoce. 

Desde el PNUD, trabajamos para eliminar estereotipos y reducir las desigualdades, impulsando iniciativas que buscan, por ejemplo, amplificar las voces de mujeres y promover su participación en espacios de decisión, o combatir todas las formas de violencias basadas en género a nivel individual, comunitario y socio político en alianza con los tres niveles de gobierno. Tenemos el compromiso de enfrentar las desigualdades y las actitudes y prácticas discriminatorias que limitan a las mujeres, para no dejar a nadie atrás. 

Por ello, espacios como el Encuentro Nacional de Gobernadoras y Vicegobernadoras, que impulsó el PNUD junto a la Asamblea Nacional de Gobiernos Regionales, son tan importantes. Se trata de generar oportunidades en las que las mujeres puedan compartir sus experiencias e identificar aquellas barreras que limitan el desarrollo de sus capacidades y el ejercicio de sus derechos ciudadanos. Que puedan encontrar que ellas no están solas y así también generar oportunidades para construir juntas, con un enfoque de comunidad, tejiendo redes de apoyo y acción para atender y combatir las violencias en conjunto. 

De acuerdo con el Índice Global de Normas de Género 2023 del PNUD, en el mundo, 9 de cada 10 personas tienen sesgos en contra de las mujeres. Para cambiar esta desafiante realidad, tenemos que mirar los mensajes que compartimos, las narrativas que estamos impulsando, y preguntarnos si lo que decimos queda en el enunciado, o si aporta a la construcción de una sociedad que tolera y justifica las violencias. Tenemos que usar mensajes y narrativas que fomenten la igualdad y combatan los prejuicios, para impulsar sociedades más justas e inclusivas donde todas las niñas y mujeres puedan desarrollarse plenamente.