Historias que inspiran: liderazgos desde la ruralidad
15 de Enero de 2025

PNUD Uruguay
En Uruguay, un movimiento transformador está creciendo: mujeres rurales que lideran el cambio desde sus comunidades, enfrentando no solo las desigualdades estructurales de género que atraviesan sus vidas, como el acceso desigual a la tierra, el crédito y la asistencia técnica, sino también los desafíos del cambio climático. A través de la Red de Mujeres por el Cambio Climático – Vigías -, estas mujeres no solo producen, conservan y cuidan la tierra, sino que también tejen redes de apoyo, comparten saberes y promueven soluciones sostenibles.
La red Vigías, impulsada por el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP) está inspirada por el compromiso, la sororidad y el deseo de transformar las estructuras hacia prácticas más equitativas y sostenibles. Con el apoyo del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), esta red fortalece a las mujeres rurales de Uruguay, capacitándolas para enfrentar los retos climáticos desde sus territorios y promoviendo su visibilidad como agentes de cambio.
Adriana, Karen y Rosina son ejemplos de este liderazgo transformador. Adriana, desde Rivera, es una guardiana de la biodiversidad que combina producción y conservación para proteger el futuro de su comunidad. Karen, en Lavalleja, lidera desde su establecimiento Piedra Libre con innovación y solidaridad, demostrando que el cuidado de los recursos naturales también es una tarea colectiva. Rosina, en Libertad, San José, ha diversificado su producción y logrado un equilibrio entre sostenibilidad y productividad, llevando consigo el compromiso de cuidar "la tierra que nuestros hijos nos están prestando".
Estas mujeres no solo trabajan la tierra; también sostienen y cuidan a sus familias, cuidan de sus comunidades, mientras desafían roles de género tradicionales que invisibilizan su trabajo y dedican su tiempo a la transformación de un agro históricamente desigual.
Con cada acción, las Vigías demuestran que la sostenibilidad, la equidad y el cuidado son fundamentales para construir un futuro más justo. Estas historias son un llamado a reconocer y valorar el trabajo de las mujeres rurales en la construcción de un agro más equitativo, resiliente y sostenible.
Adriana: Guardiana del Campo Natural

Adriana Machado nació en Rivera, Uruguay, en el predio rural que ha pertenecido a su familia por más de 100 años. Su conexión con el campo está profundamente arraigada en los recuerdos de su infancia, con vivencias que moldearon sentido de pertenencia y amor por la ruralidad.
Para Adriana, el medio rural es mucho más que un espacio productivo; es herencia, identidad y un motor de cambio. Tras observar prácticas de sobreexplotación en el pasado, tomó la decisión de trabajar para dejar la tierra en mejores condiciones para las generaciones futuras. Esta visión la llevó a integrar su predio ganadero al programa de Refugios de Vida Silvestre Uruguay, transformándolo en un espacio donde la producción coexiste con la conservación de la biodiversidad.
"(...) no me conformaba solo en producir. Ahí nos dimos cuenta de que teníamos que hacer algo más", expresa Adriana.
El liderazgo de Adriana va más allá de su predio. Como integrante de la Red de Mujeres por el Cambio Climático -Vigías-, así como de otros grupos y redes locales, ha impulsado iniciativas como la construcción de cisternas para captar agua de lluvia y la implementación de mejores prácticas de gestión hídrica, como el cercado de tajamares (reservorios de agua) para optimizar su uso durante las sequías.
"A través de los encuentros que hemos tenido, ahí en el intercambio directo con otras mujeres, de otros lugares, de otras actividades incluso (…) esa visión clara que creo que tenemos de que las cosas están cambiando y que hay que ser resilientes en nuestros espacios y mejorarlos", reflexiona.
Adriana también encuentra empoderamiento en el trabajo colectivo. Es miembro activa de Semillas Fronterizas, parte de la Red Nacional de Semillas Nativas y Criollas, donde junto a otras mujeres rurales promueve el cultivo y conservación de semillas nativas, generando oportunidades para la producción sostenible y la autonomía económica.
Adriana lo define como "un grupo hermosísimo, las compañeras nos conocimos a través de la Mesa de Desarrollo Rural". Esto resalta la importancia de que las políticas públicas fomenten espacios de encuentro, ya que estas instancias no solo fortalecen redes de apoyo, sino que también impulsan el intercambio de saberes y la construcción colectiva de soluciones frente a desafíos como el cambio climático.

Los sueños de Adriana miran hacia el largo plazo. Aspira a que su tierra se convierta en un modelo de conservación y productividad sostenible, un espacio donde florezca la biodiversidad y las comunidades rurales prosperen. A través de su trabajo con Vigías, busca inspirar a personas a reconocer su rol como protectoras de los recursos naturales.
"Somos guardianas del campo natural", afirma Adriana.
Karen: Pica para mí y para todas mis compas

Karen Masó es mucho más que una productora agropecuaria, es una mujer que ha forjado su camino en el agro con determinación, innovación y compromiso. Desde su establecimiento, Piedra Libre, ubicado en Lavalleja, lidera iniciativas que combinan la producción sostenible, la adaptación climática y el fortalecimiento comunitario, marcando un antes y un después en su entorno.
El nombre "Piedra Libre" refleja una historia de comienzos, inspirado en el origen del primer toro que le regalaron, el nombre simboliza no solo la continuidad del legado familiar, sino también la libertad y el crecimiento compartido.
“Piedra Libre era lo que gritábamos cuando jugábamos a la escondida. Y cuando ibas corriendo para poder rasar la pica y gritar Piedra Libre para mí y para todos mis compas. Era un juego comunitario y hoy sigue siendo el agro de salvás vos y salvás a todos los compas”, recuerda Karen.
Karen, quien dejó su vida en la ciudad para dedicarse de lleno al campo en 2020, supo desde un principio que debía combinar trabajo y formación. A lo largo de los años viviendo y viajando entre Montevideo y Lavalleja, ha adquirido formación en veterinaria, inocuidad alimentaria y cambio climático.
La vida rural en Piedra Libre no ha sido sencilla, pero Karen y su familia han convertido los desafíos en oportunidades. Su trayectoria en el agro refleja una lucha más amplia por la equidad. Durante la reciente sequía que golpeó al país, Karen aplicó estrategias anticipadas como la acumulación de forrajes y el manejo cuidadoso del agua, logrando no solo mantener a su ganado, sino también apoyar a vecinos y vecinas que también se dedican a la producción: "Después de la pandemia enganchamos la sequía grande, en ese punto fue tan dolorosa ver cómo la gente otra vez no tenía agua", comenta durante una entrevista, destacando la importancia de la colaboración para superar las adversidades climáticas. Para ella, el trabajo agropecuario no es un esfuerzo aislado, sino una tarea colectiva que necesita de compromiso y apoyo mutuo.
Karen es una mujer rural comprometida no solo con el cuidado de su entorno, sino también con el empoderamiento de otras mujeres en el ámbito agropecuario. Desde su rol en la red Vigías, se ha convertido en un enlace clave para facilitar el acceso a información, capacitaciones y recursos que muchas veces no llegan a quienes más los necesitan. “Vigías es una red maravillosa de mujeres. Cuando una es vigía está atenta al clima, a qué es lo que pasa en el entorno. Y el poder reportar los datos, tener acceso a mis datos, tener acceso a los datos de mis compañeras, todas sumamos”, reflexiona Karen.

En su comunidad, Karen ha presenciado cómo el miedo y la falta de oportunidades limitan a muchas mujeres, mientras los roles tradicionales tienden a invisibilizar su trabajo: “El trabajo de la mujer nunca se ve, o queda como que ayuda. Pero yo trabajo igual que mi esposo; compartimos las tareas.” Karen sueña con un agro más equitativo, eficiente y sostenible. Cree firmemente en la importancia de la educación y la capacitación para enfrentar los cambios climáticos y económicos que desafían al sector. “Una siempre tiene que dar sin pensar en lo que va a recibir. Pero yo siempre pienso que recibo mucho. Entonces es como que es un gusto dar", dice con claridad, resaltando cómo su conexión con el agro se basa en la pasión por su trabajo y el compromiso de retribuir lo que la tierra le ofrece, a la vez que consigue su autonomía económica.
Con su ejemplo, Karen no solo transforma su propia realidad, sino que inspira a otras a creer en la posibilidad de un futuro mejor desde el campo. Piedra Libre es, al mismo tiempo, su hogar, su proyecto de vida y su plataforma para construir un legado de comunidad y equidad.
Rosina: Tierra prestada, Legado compartido

Rosina Rodríguez, productora rural en la localidad de Libertad, San José, ha dedicado su vida a preservar y transformar el legado familiar que heredó de su padre, colono en estas tierras desde hace décadas. Cada rincón de su predio cuenta una historia de esfuerzo, aprendizajes y decisiones que la han llevado a construir un proyecto de vida sólido y sostenible, manteniendo una conexión profunda con la tierra que la vio crecer.
Desde los veranos de su infancia, Rosina desarrolló un vínculo especial con el campo, observando y aprendiendo las prácticas agrícolas de su familia. Este lazo no solo marcó su identidad, sino que la motivó a asumir el desafío de liderar el predio y dar continuidad a la labor iniciada por su padre. Con la convicción de preservar este legado, Rosina tomó las riendas del negocio familiar y lo transformó en una experiencia innovadora y sostenible.
Ser mujer en un sector tradicionalmente dominado por varones no ha sido fácil, pero Rosina ha enfrentado cada desafío con determinación y una profunda conciencia de lo que implican los cuidados para las mujeres rurales. Liderar una empresa agropecuaria siendo madre ha implicado equilibrar responsabilidades familiares y laborales, un esfuerzo que ella reconoce como parte del desafío diario, que cada vez más mujeres están comenzando a visibilizar pero que no es algo fácil. En este sentido ella afirma “(…) hoy en día son caras nuevas, más jóvenes, mujeres que cuesta, cuesta, es un poco cuesta arriba hacer el lugarcito de la escucha, de yo también quiero participar en una venta de supermercados, yo también puedo exportar, y exportar a mi nombre”.
Su formación técnica y profesional la ha capacitado para tomar decisiones estratégicas, liderar equipos de trabajo y manejar el trabajo que exige tanto el predio como los integrantes de su familia. En este contexto, Rosina no solo es productora, sino también una defensora del equilibrio entre la productividad y el bienestar personal y comunitario.

Uno de los mayores logros de Rosina ha sido diversificar la producción de su predio con cultivos como manzanas, cítricos, zapallitos y mandarinas. Con un enfoque en la sostenibilidad, ha implementado prácticas como la rotación de cultivos, la conservación del suelo y el control biológico de plagas, reduciendo significativamente el impacto ambiental. Este modelo de producción no solo asegura la calidad de los productos, sino que también fortalece la resiliencia del predio ante los desafíos climáticos.
La dedicación de Rosina y su familia se ve reflejada en la obtención del Sello Murú, que representa los valores de calidad, sostenibilidad y responsabilidad social que guían su labor. Este sello es más que una certificación; es un compromiso con la tierra y las generaciones futuras.
El cambio climático ha intensificado los desafíos del trabajo, convirtiéndose en una realidad ineludible para quienes dependen directamente de la tierra. "El clima nos viene jugando una pasada bastante difícil; este cambio llegó para quedarse", reflexiona Rosina, destacando cómo eventos extremos, como la sequía, el exceso de calor y la falta de frío en invierno, han alterado profundamente las dinámicas productivas. Sin embargo, en respuesta a estos retos, Rosina ha adoptado estrategias innovadoras y sostenibles: desde dejar el rastrojo de cultivos para conservar la humedad del suelo, hasta aplicar buenas prácticas agrícolas que protegen el agua y el suelo. En su trabajo con frutas, lidera el manejo regional de plagas utilizando técnicas amigables como la confusión sexual con feromonas, reduciendo la dependencia de insecticidas químicos. Además, su participación en Vigías refuerza su compromiso con la adaptación climática, sumando esfuerzos comunitarios para enfrentar este desafío global con soluciones locales.
Rosina mira hacia el futuro con optimismo y responsabilidad. Su compromiso con la tierra no solo está arraigado en el presente, sino también en la visión de dejar un legado a sus hijos. “Ese es mi compromiso, cuidar la tierra que nuestros hijos nos están prestando”, reflexiona Rosina, destacando su enfoque en un desarrollo rural sostenible que beneficie a las comunidades y al medio ambiente.
A través de sus historias, Karen, Rosina y Adriana no solo desafían las normas de género, sino que también reivindican su lugar en la transformación del agro. Sus voces, sus acciones y su legado nos llaman a derribar las barreras de género y a reconocer que, desde la ruralidad, ellas están sembrando las bases los cambios necesarios para que la sostenibilidad y la equidad no sean utopías.
Leé este artículo en inglés.
Conocé las historias:
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