Liduvina Rivera cultiva café y protege la Cuenca del Canal

Más de 11 mil familias han recibido títulos de propiedad; cerca de la mitad fueron otorgados a mujeres, como parte de un proceso que cuenta con la asistencia técnica del PNUD

2 de Diciembre de 2025
Persona con una camiseta amarilla neón está de pie junto a una estructura de invernadero curva cubierta de plástico

Luvina Rivera beneficiaria del Programa de Catastro y Titulación integra prácticas productivas que combinan conservación y desarrollo rural.

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Liduvina Rivera, 64 años, camina entre su cafetal. Levanta una rama cargada de frutos rojos, la gira hacia la luz y sonríe. En La Negrita de Capira, donde vive desde hace una década, cada árbol refleja su propia historia.

El terreno lo compró originalmente su esposo luego llegó el programa de catastro de la Autoridad del Canal de Panamá (ACP) y, con él, la oportunidad de titular la tierra. Después de la muerte de su madre, Liduvina tomó la decisión de establecerse definitivamente en La Negrita. 

En 2010 decidió sembrar café. Ese mismo año ingresó al Programa de Incentivos Económicos Ambientales de la ACP, que le permitió establecer formalmente su finca de tres hectáreas. Eligió un sistema de café bajo sombra, regulado y cuidadosamente diseñado. 

“Al producir así, se cuida el suelo, la biodiversidad y la fuente hídrica”, explica, mientras señala los árboles que forman un bosque ligero alrededor del café.

La finca funciona como un pequeño ecosistema. La ACP además le paga un incentivo anual —unos 130 dólares por hectárea— por mantener cinco hectáreas de bosque que colindan con sus cafetales. Ese bosque sirve como barrera de protección para el agua y como refugio para especies nativas.

Al inicio, sembrar café era algo que hacía de manera tradicional, observando y aprendiendo por intuición. Con el tiempo, y siempre acompañada por la ACP, se formó en prácticas sostenibles: talleres, pasantías, capacitaciones sobre manejo de cosecha, control de plagas, podas y más para entender mejor el perfil de sabor de su grano.

En un rincón soleado de su finca se encuentran las bandejas de secado. Los granos despulpados reposan sobre mallas elevadas, ventiladas y tibias por el sol.

A pocos pasos está el sitio donde se acumula la cascarilla que convierte en abono. “Todo vuelve a la tierra”, repite. “Es un ciclo de vida”.

Plantaciones de cafe

Plantones de café en La Negrita

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Con el tiempo, Liduvina se integró a la Asociación de Caficultores de las Subcuencas de los ríos Cirí Grande y Trinidad (ACACPA). Aquello que comenzó como un espacio de apoyo técnico se transformó en una comunidad y, para ella, en un escenario inesperado de liderazgo.

En ACACPA participa en el acopio, procesamiento y empaque de Cuencafé, la marca colectiva que hoy llega a supermercados. Ella misma se encarga de empacar y sellar parte de la producción.

El trabajo en asociación también le dio una nueva perspectiva económica. “Las grandes empresas venían y querían decirnos cuánto valía nuestro café. Pero ahora el precio lo ponemos nosotros. Aprendí a valorar mi trabajo y lo que hago en mi finca”.

Nada se pierde: seleccionan únicamente granos rojos, aprovechan el café de segunda, reutilizan la cascarilla y procesan todo lo que cosechan. El año pasado produjo 35 quintales, vendidos a 160 dólares cada uno.

“Estamos innovando siempre, mejorando los equipos de empaque, aprendiendo nuevas técnicas. Estamos orgullosos de ofrecer nuestro café donde sea que vayamos. Sabemos que es excelente”.

Cuatro adultos están de pie en interiores junto a una pared con afiches; uno lleva una blusa azul y una bufanda

Miembros de la Asociación ACACPA. La asociación produce la marca Cuencacafé que se comercializa en supermercados.

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Un impacto que va más allá de su parcela

La historia de Liduvina es parte de un cambio mucho mayor en la  cuenca del Canal. Más de 11.000 familias han recibido títulos de propiedad; cerca de la mitad fueron otorgados a mujeres, como parte de un proceso de 20 años que cuenta con el apoyo técnico del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo.

La seguridad jurídica abrió puertas: acceso a programas ambientales, financiamiento, incentivos,  capacitación y mejora de la calidad de vida de las familias.

Desde el punto de vista ambiental, están conectados con instrumentos legales de conservación, como el pago por servicios ambientales. La ACP ha logrado incorporar más del 50 % de la cuenca este al registro catastral y sumar 1.692 hectáreas nuevas a esquemas de conservación. 

Detrás de esas cifras están hombres y mujeres como Liduvina: productores que transformaron sus pequeñas fincas en motores de sostenibilidad hídrica y económica.

“Estamos innovando siempre, mejorando los equipos de empaque, aprendiendo nuevas técnicas. Estamos orgullosos de ofrecer nuestro café donde sea que vayamos. Sabemos que es excelente”.
Liduvina Rivas