El informe propone un marco de Desarrollo Humano Resiliente, que sitúa en el centro la capacidad de las personas —especialmente las más vulnerables— para resistir, adaptarse y prosperar en contextos de alta incertidumbre.

Basado en tres pilares fundamentales —instrumentos para gestionar riesgos, instituciones coordinadas y flexibles, e infraestructura que cierre brechas y garantice acceso equitativo a servicios esenciales—, el informe hace un llamado claro: invertir en resiliencia es clave para proteger los logros alcanzados y avanzar hacia un desarrollo más justo, sostenible y centrado en la dignidad humana.

Un llamado especialmente urgente en una región particularmente expuesta a retrocesos, debido a desigualdades estructurales persistentes y a una limitada capacidad para responder incluso ante crisis moderadas.