El desarrollo humano en la Argentina ha seguido una trayectoria en promedio moderadamente ascendente en los últimos 25 años, aunque con avances y retrocesos parciales. Logros relativos en las dimensiones de “salud” y “educación” compensaron en parte la variabilidad de la dimensión de “ingreso”.

Asimismo, dicha trayectoria no ha sido homogénea entre sus dimensiones, ni en su distribución entre las personas. Si bien hubo una disminución en la desigualdad del desarrollo, esta volvió a incrementarse en la última década. Por ello, aunque su promedio de largo plazo haya sido positivo, es mejorable en muchos aspectos.

A nivel subnacional, el desarrollo humano también se dio de manera heterogénea y desigual tanto entre las jurisdicciones como dentro de ellas. El Índice de Desarrollo Humano Ampliado permite identificar tres grupos:  (1) un grupo de mayor desarrollo, que está conformado por 4 jurisdicciones del Centro y Sur del país, y una provincia de Cuyo; (2) un grupo de nivel intermedio e intermedio alto, que está compuesto por 15 jurisdicciones, con una amplia heterogeneidad en términos geográficos; y (3) un grupo con un nivel más bajo, que está integrado por 5 provincias de la región Norte.

Mayores valores en las tres dimensiones del desarrollo y un mayor balance entre las mismas caracterizan al primer grupo. También se distingue por el sólido desempeño en todos los indicadores de la dimensión “educación”. Por su parte, un mayor desbalance entre las dimensiones del desarrollo caracteriza al grupo de valores intermedios.  El grupo con menores niveles, en términos comparativos, presenta valores más homogéneos y las mayores diferencias en las dimensiones de salud y educación. En todos los casos, sus valores se encuentran por debajo del promedio país (si bien, en la dimensión de ingreso, dos provincias se caracterizan por valores levemente mayores al promedio país).

A su vez, el IDHD muestra que el desarrollo no sólo ha sido desigual a lo largo del país, sino que también su distribución ha sido inequitativa al interior de cada una de las jurisdicciones. Indica, también, que hay una correlación entre desigualdad y nivel de desarrollo: las provincias con menores niveles son las que tienden a tener una mayor desigualdad. En otras palabras, a medida que el desarrollo humano crece, la reducción porcentual debido a la desigualdad disminuye.

Las desigualdades también se reproducen entre mujeres y varones al acceder de forma diferente a las dimensiones básicas del desarrollo humano. La situación de las mujeres es más favorable en “salud” y “educación” tanto a nivel país como en todas las jurisdicciones, mientras que la de los varones es mejor en “ingreso”. Esto se vincula, en parte, a la persistencia de la división sexual del trabajo. El tiempo dispensado a tareas de cuidado y del hogar de las mujeres continúa siendo marcadamente más elevado que el de los varones, y lo contrario ocurre en el caso del trabajo remunerado (INDEC 2021). Alcanzar mayor igualdad de género requiere, por lo tanto, una mayor interacción entre las tres dimensiones del desarrollo humano.

 


 

La Agenda 2030 plantea un desafío y, al mismo tiempo, una oportunidad para abordar sistemáticamente las problemáticas de desarrollo que enfrenta Argentina. Sus objetivos, metas e indicadores brindan una matriz para orientar la formulación, implementación y monitoreo de estrategias que supongan soluciones integradas para diversos desafíos que se han identificado, de modo que el país pueda desplegar plenamente su potencial de crecimiento económico, avanzar con decisión en materia de inclusión social y progresar en lo que respecta a la sostenibilidad ambiental.

A pesar de su condición de agenda global, la Agenda 2030, tiene una fuerte dimensión territorial y local. Su implementación solo se podrá materializar si se aterriza a nivel subnacional y municipal, es decir, si se localiza. “Localizar” es el proceso que tiene en cuenta los contextos subnacionales en el logro de los ODS, desde su participación en su identificación, la determinación de los medios de implementación y el uso de indicadores para medir y supervisar los progresos (PNUD y UN-Habitat, 2016). En este sentido, abre una oportunidad para la revisión de las prioridades y necesidades territoriales y el fortalecimiento de las dinámicas de desarrollo local.

Los ODS proponen un enfoque que va más allá de los promedios nacionales. “No dejar a nadie atrás” implica tanto un enfoque hacia las poblaciones más vulnerables, como también apunta a no dejar atrás a ningún territorio.

La Agenda 2030 establece también que son necesarios “datos desglosados de calidad, accesibles, oportunos y fiables para ayudar a medir los progresos y asegurar que nadie se quede atrás”. Los datos desglosados son esenciales para superar las brechas de desarrollo y desigualdades regionales. En este sentido, los gobiernos locales son actores clave para consolidar esfuerzos y crear sistemas robustos de información territoriales. Por lo tanto, la implementación de la Agenda 2030 supone también desafíos en materia estadística, como la recolección de información mediante indicadores que permitan estimar el nivel de logro de los ODS y las metas priorizadas adaptadas a las realidades locales del país.

Argentina es uno de los países con mayor dimensión territorial y organización federal de la región. En este contexto, la Agenda 2030 adquiere especial relevancia por su posibilidad de “localización”. Para su construcción, requiere el reconocimiento de la heterogeneidad entre regiones. En esta línea de acción, el Consejo Nacional de Coordinación de Políticas Sociales coordina los compromisos del Estado argentino con la Agenda 2030 y las acciones para su territorialización a través de la articulación con las provincias y los gobiernos locales (veáse Recuadro 2).

Entre los desafíos vinculados a la territorialización se encuentra el hecho de que no siempre se cuenta con disponibilidad de datos para todos los indicadores de los ODS. Las insuficiencias se acrecientan cuanto mayor es el nivel de desagregación de la información que se busca alcanzar. En este sentido, la producción de información referida a los municipios y las ciudades requeriría fortalecerse a lo largo de los diferentes territorios.

Asimismo, un desarrollo sostenible requiere contar con políticas públicas que utilicen sistemáticamente la mejor evidencia disponible, de modo de contribuir a una mejor y más informada toma de decisiones (Naciones Unidas, 2022; PNUD 2022). El uso de datos y modelos cuantitativos influye positivamente el desarrollo de políticas. Por un lado, contribuye al reconocimiento de un problema e informa la definición de los objetivos y metas, como así también, el orden temporal de las acciones y la asignación de recursos. Por el otro, permite construir indicadores, índices y modelos, además de monitorear la implementación de acciones y ser fundamentales en la evaluación de impacto.

En este sentido, uno de los retos que enfrenta el país para avanzar en su desarrollo es la heterogeneidad en la implementación de políticas basadas en evidencia. Si bien ha habido avances -vinculados generalmente con la evaluación de las políticas por parte del Sistema de Información, Monitoreo y Evaluación de Programas Sociales (SIEMPRO)- el país aún presenta desafíos en el monitoreo y evaluación de sus políticas públicas.

Por último, la era del Antropoceno invita a reflexionar sobre una nueva generación de parámetros que posibiliten repensar la trayectoria del desarrollo humano como un camino en el que la ampliación de las libertades humanas también sea acompañada por la reducción de las presiones planetarias. Esto implica un instrumento de medición que refleje el bienestar de las personas y, al mismo tiempo, capture las presiones sin precedentes que estas ejercen sobre el planeta. A nivel subnacional, a partir de ejercicios exploratorios, adquiere especial relevancia pensar a futuro la vinculación entre la matriz productiva de las respectivas jurisdicciones y la magnitud del factor de ajuste por emisiones.

El mundo actual vive cambios permanentes y cada vez más más acelerados, que han sido profundizados desde la irrupción de la pandemia del Covid-19. En buena medida, el desarrollo humano futuro de Argentina derivará de las tendencias globales como así también de cómo el país las procese y aproveche. Uno de los mayores desafíos es lograr un crecimiento mediante el avance simultaneo en las dimensiones de salud, educación e ingreso, reducir la desigualdad en el desarrollo humano, e incorporar en su medición ajustes vinculados a las presiones sobre el ambiente.

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