Las aguas transparentes en un planeta cada vez más rojo

COP27 en Sharm El Sheikh

16 de Noviembre de 2022

Sharm El Sheikh, Egipto.

©Flickr | Rutger Van Der Maar

Esta semana tuve la oportunidad de participar en la Conferencia de las Partes Nro. 27 en materia de Cambio Climático, más conocida como COP 27. Si bien tengo muchos años de ambientalista, la primera cumbre a la que acudí fue la COP 4 en Buenos Aires, lo cierto es que cada COP tiene su peculiaridad: responde a los signos de los tiempos en sentido cultural, económico, institucional y geopolítico, acudiéndose inevitablemente a decisiones que superan los aspectos ambientales, para considerar temas del desarrollo sostenible.

No es casual que en una era en la cual estamos intentando bregar por el límite de aumento de la temperatura en el 1.5 C respecto de los niveles preindustriales y por la neutralidad en carbono al 2050, estemos tratando temas claves para poder lograr estos objetivos en un mundo que intenta recuperarse de la COVID-19 con una marcada desigualdad, pasos regresivos en su desarrollo humano, la guerra en Ucrania y la triple crisis climática, de la pérdida de biodiversidad y de la contaminación.

La agenda de la COP 27 de Egipto incorporó concretamente temas que tienen que ver con la asimetría en el origen y la evolución de los impactos en el cambio climático, ahondando en las pérdidas y daños que han sufrido y sufren los países más vulnerables al cambio climático, además de la urgencia de dar respuestas y financiar la recuperación.

El financiamiento resulta fundamental para hacer frente a la inversión que demanda la agenda climática y que aún está a la espera de las cifras comprometidas por los países de alto desarrollo, en el marco de las responsabilidades comunes pero diferenciadas. En suma a dichos compromisos, es necesario trabajar en herramientas concretas de las finanzas sostenibles para hacer posible el logro de hitos ascendentes para los países, diversos actores sociales y sectores productivos.

En nuestra región, América Latina y el Caribe, como muestra un estudio de Promesa Climática (PNUD, 2022), si bien existen avances en relación a la ambición de las NDC,  la agenda de financiamiento continúa siendo una asignatura pendiente a fortalecer y profundizar, en una región “superpoderosa en biodiversidad” con altos índices de pobreza y desigualdad, y también de violencia contra los defensores y defensoras ambientales. 

La declaración de la CELAC para la acción climática presentada en la COP 27 ahondó en la presentación de un mensaje común para y desde la región; resulta de importancia también para el posicionamiento de una región con el 46.5 % de bosques del mundo y del 8,1 % de emisiones GEI (de los cuales Argentina, Brasil, Mexico y Venezuela contribuyen al 5.7 %).

Sin duda, los desafíos para América Latina y el Caribe condicen con la necesidad de subsanar la asimetría histórica a la cual nos referíamos previamente, con acciones concretas, trabajando cada vez más en el fortalecimiento y coordinación institucional, involucramiento y participación de actores, transparencia y fortalecimiento de sistemas, y movilización de financiamiento e inversiones, que posibilite que los logros en la planificación y los acuerdos puedan llevarse a la práctica en materia de adaptación, mitigación climática y desarrollo sostenible.

En el marco de la toma de decisiones en la región, cobra relevancia el Acuerdo de Escazú sobre acceso a la información, participación ciudadana y acceso a la justicia en asuntos ambientales. Más aún, con la creciente participación del movimiento juvenil que está imprimiendo una dinámica mayor en los procesos de accountability del rol de los estados y los sectores.

La transición energética hacia las renovables con un replanteo de subsidios que hoy favorecen a las fósiles, el combate de la deforestación y la transición hacia modelos de uso del suelo sostenibles con soluciones basadas en la naturaleza, como así también el cambio en la matriz productiva, de consumo hacia la sostenibilidad y la circularidad resultan claves; estas requieren de planificación, participación y financiamiento acordes.

En este contexto Argentina posee una riquísima biodiversidad que provee servicios ecosistémicos vitales para las sociedades, su salud, actividades económicas y culturales; a su vez una deuda soberana altísima. Por eso, instrumentos innovadores como el canje de deuda por acción climática, los bonos verdes y otros instrumentos alternativos de las finanzas sostenibles resultan importantes, en el marco de un abordaje integral de la acción climática del país y de la Agenda 2030, para el cumplimiento de los desafíos de recuperación económica y de desarrollo sostenible

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Los avances en la acción climática en ALC

Con la finalidad de poder ahondar en los temas relevantes para la agenda común regional, durante la primera semana de la COP 27 tuve oportunidad de compartir en el Pabellón de PNUD la organización de un encuentro en el cual trabajamos con las oficinas de Paraguay y Perú para poder poner de relieve pasos que se estuvieran dando en la región y desafíos asociados. En ese sentido, los aspectos institucionales y los avances en los planes de adaptación y mitigación en los países resultan fundamentales, de la mano del análisis e inventario de las emisiones a fin de registrar el avance de las políticas, por esa causa la presentación del Plan de adaptación y mitigación por parte de la República Argentina de la mano de su compromiso en la estrategia de largo plazo y su cuarto informe bienal de inventario de gases de efecto invernadero resultaron de importancia durante la primera semana de la COP.

Asimismo, los ejemplos de trabajo en esquemas participativos de carácter público privado en la definición de hojas de ruta para la transición energética, y en tal sentido la experiencia de Perú de la mano de los escenarios trabajados junto a Enel para el sector en el país y en otros países de Latinoamérica.

La experiencia de Paraguay en materia de Pago por resultados y REDD + presentada especialmente en relación al financiamiento para la acción climática y el trabajo de dicho gobierno con tres agencias de las Naciones Unidas resulta también de relevancia en este contexto.

En la interacción también cobró relevancia la construcción interjurisdiccional con los gobiernos subnacionales en materia de adaptación y mitigación como así también el trabajo de las y los jóvenes en los países y a nivel regional en la RCOY (Cumbre Climática de la Juventud para América Latina y el Caribe) que claramente llama a trabajar de la “Protesta a la Propuesta” en su declaración.

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Continuar transitando los hechos haciendo reales las palabras (el llamado “caminar lo que se dice”), acelerando y elevando la ambición, más aún teniendo en cuenta la interrelación con decisiones como las de la próxima COP 15 de Biodiversidad, de Plásticos y la próxima COP de Escazú, nos llaman a estar a la altura. No es casual que en las campañas que llevó PNUD a la COP, de la mano de Frankie el Dino y Dear World Leaders, estas temáticas hayan sido planteadas por un sinnúmero de personas en el mundo.

“El futuro llegó hace rato” y “cuánto tiempo más llevará” resuenan musicalmente en mis oídos constantemente… desde aquella COP 4… por eso no puedo ni podemos dejar de continuar trabajando para poder dar respuesta y no llegar tarde.

La energía de la COP 27 con sus discusiones, movimientos, capilaridades y participación juvenil (a pesar de las restricciones para realizar marchas fuera del predio de la COP 27) nos muestra que el problema climático, requiere que sigamos construyendo las acciones en el paso a paso y con un horizonte común, como colectivo global, multilateral, inclusivo e intergeneracional.