El Plan Libertad reconoce que la resocialización garantiza la dignidad humana y tiene un impacto profundo en el tejido social
Un plan para volver a empezar
10 de Diciembre de 2025
PNUD Panamá
En Panamá, durante décadas, la privación de libertad ha significado mucho más que cumplir una condena: ha representado un ciclo difícil de romper, marcado por el hacinamiento, el estigma y la ausencia de oportunidades reales para empezar de nuevo. Hoy, sin embargo, el país se encuentra en un punto de inflexión.
El Plan Libertad —una apuesta nacional por un sistema penitenciario más humano, seguro y orientado a resultados— abre paso a un modelo donde la resocialización se convierte en una respuesta sostenible frente a la reincidencia y una herramienta real para reconstruir vidas.
“El sufrimiento también enseña”
Mustafá Poyser, de 40 años, recuerda con voz serena lo que significó enfrentar su condena.
“Esta nueva etapa de mi vida vino después de mucho sufrimiento, de mucha soledad y de esos problemas que lo atacan a uno cuando está en ese espacio de confinamiento… pero esas mismas experiencias te dan ese extra para crecer como persona”.
Mustafá nació en una familia árabe musulmana en la provincia de Colón, formada bajo valores conservadores. “A pesar de esa formación, uno comete errores”, admite. Su proceso de cambio comenzó dentro del centro penitenciario, donde encontró oportunidades.
El Plan Libertad reconoce que cada historia es distinta y que las segundas oportunidades deben existir para quienes desean cambiar.
Eusebio Isaramá —conocido como Chuito, 39 años— es el nuevo guía del Museo del Ministerio de Gobierno (MINGOB).
“El Plan Libertad para mí fue una oportunidad… para reintegrarme a la sociedad. En el centro penitenciario, estudiaba. Me gustaría ser licenciado en Derecho y Ciencias Políticas, apoyar a la gente que no tiene recursos”.
Su historia refleja el impacto concreto de un proceso que va más allá de la reducción de penas: un acompañamiento que apuesta por el desarrollo personal y profesional.
PNUD
El aroma del pan simboliza un nuevo comienzo
En el Centro Femenino de Rehabilitación (CEFERE), el olor a pan recién horneado anuncia que algo diferente está ocurriendo. Allí, mujeres privadas de libertad participan en Amasando Esperanza, un proyecto de panadería y emprendimiento que les permite aprender oficios y pensar en un futuro sostenible.
Lisseth Barrios, de 39 años, es una de las voces más activas del programa.
“El plan nos ha puesto a descubrir habilidades y destrezas que pensamos que no teníamos. Yo siempre les digo a las muchachas: vamos a hacer una miniempresa… un restaurante, una refresquería en la que estemos todas”.
Un cambio de paradigma desde el Estado
La ministra de Gobierno, Dinoska Montalvo, explica el espíritu del proceso:
“El Plan Libertad no se trata de obtener la libertad física; se trata de recuperar la libertad de la mente y del espíritu. De adaptar la conducta a lo que exige la sociedad actualmente”.
Uno de los primeros pasos fue descongestionar un sistema que hoy supera las 25 mil personas privadas de libertad. Pero la clave está en promover actividades significativas dentro de los centros.
“Mientras más personas estén estudiando y trabajando, menos tiempo pasan en ocio, y eso mejora la convivencia y la gestión penitenciaria”.
Los resultados de un año se resumen de la siguiente manera:
- Se redujo el número de personas condenadas cuyos avances académicos o laborales no se habían considerado.
- Se depuraron miles de trámites administrativos judiciales atrasados.
- Mas de mil personas privadas de libertad participan actualmente en actividades productivas.
MINGOB
Dignidad, reinserción y tejido social
La transformación penitenciaria no ocurre de manera aislada. Desde el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), la apuesta es clara. El apoyo del PNUD se centra en poner a las personas en el centro de la política pública penitenciaria.
“Desde el PNUD Panamá acompañamos al Ministerio de Gobierno priorizando respuestas que protejan la dignidad humana, reduzcan la exclusión y fortalezcan las oportunidades de reintegración social”, dice Bettina Wool, Representante del PNUD en Panamá.
El impacto trasciende los muros de los centros penitenciarios. Y es que la resocialización tiene un impacto profundo en el tejido social.
“Las personas privadas de libertad forman parte de uno de los grupos más vulnerables frente a la exclusión, y el trabajo articulado entre el Estado y el sector privado es clave para derribar las barreras que dificultan una reinserción plena. Esto no solo transforma vidas: también fortalece comunidades más seguras y solidarias”, agrega Woll.
MINGOB
Transformar para prevenir
Mejorar el sistema penitenciario es clave para enfrentar la criminalidad.
“Cada vez que tienes a un privado de libertad, conviertes a una familia en vulnerable, especialmente cuando se trata de una mujer cabeza de hogar”, dice la Ministra.
Hoy, Panamá impulsa una legislación penitenciaria más humana, segura, más eficiente y orientada a resultados, donde la resocialización sea una respuesta sostenible frente a la reincidencia. "No se trata de minimizar el crimen, pero está demostrado que más represión y más violencia no funcionan. Queremos hacerlo diferente”, agrega.
Para muchas personas privadas de libertad, esta transformación se traduce en algo más íntimo: la posibilidad de imaginar un futuro distinto pese a los errores cometidos.