¿En quién confiamos? Menos en las instituciones y más en las comunidades en ALC

23 de Enero de 2024

La confianza entre individuos y gobiernos, es decir, la confianza institucional, es un elemento esencial para el funcionamiento de las sociedades. El pago de impuestos, la participación electoral, el cumplimiento de normas y leyes, y el uso de servicios públicos, dependen en gran medida de hasta qué punto los individuos confían en las instituciones a cargo. Cuando una institución es consistente y predecible en la prestación de servicios y confiable en términos de resultados, construye una relación de confianza con los ciudadanos (Banco Mundial 2017). De manera similar, cuando las decisiones políticas y normativas se toman a través de procesos que se perciben como justos y equitativos, se construye la confianza. 

Este #GraphForThought observa las tendencias de la confianza en la región durante las últimas décadas y encuentra que, a lo largo de un período considerable, ALC ha estado luchando contra una desconfianza hacia los gobiernos significativa y progresivamente creciente. Datos del Latinobarómetro, a partir de 2009 y hasta 2018, muestran que la confianza en las instituciones disminuyó significativamente, alcanzando niveles cercanos al 20%. Es decir, sólo 1 de cada 5 personas expresó confianza en sus gobiernos. 

 

 

El período entre 2018 y 2020 constituye una excepción. Durante este período, se observa una mejora significativa en la confianza hacia los gobiernos. Aunque este fenómeno merezca un examen detenido, proponemos dos interpretaciones posibles. La primera, es que durante este período, las elecciones dieron la victoria a personas ajenas a los sistemas de partidos tradicionales, infundiendo una sensación de renovación de las instituciones políticas. En los seis países con los niveles más altos de confianza gubernamental en la región en 2020, El Salvador, Uruguay, República Dominicana, México, Brasil y Colombia, hubo elecciones que presentaron partidos de nueva formación, excepto en Uruguay, donde el partido ganador está bien establecido. Esto nos lleva a la segunda posibilidad: el efecto de 'unirse en torno a la bandera' y de las medidas adoptadas por los gobiernos para mitigar los impactos de la pandemia. Uruguay, por ejemplo, recibió reconocimiento internacional por su manejo ejemplar de la pandemia. 

Cuando observamos la confianza social o generalizada, esto es si las personas confían en la mayoría de la gente, vemos un patrón similar. Los datos históricos muestran niveles consistentemente bajos de confianza social en ALC comparados con otras regiones. Entre 2009 y 2020, se evidenció una trayectoria marcadamente descendente. La confianza social implica una forma generalizada de confianza extendida a cualquier miembro de la sociedad y no solo a lazos cercanos; permite la creación de redes y coordinación facilitando la solución de problemas de acción colectiva (por lo tanto, se correlaciona con la confianza institucional). Y de hecho, los niveles decrecientes de confianza generalizada ocurrieron simultáneamente con un declive en la satisfacción con la democracia. Si en 2013, 8 de cada 10 latinoamericanos expresó que, a pesar de sus problemas potenciales, la democracia era el mejor sistema de gobierno, esta proporción cayó a sólo 6 de cada 10 en 2020 (su nivel más bajo) (Latinobarómetro 2008-2023).

En paralelo a este fenómeno de pérdida de confianza general e institucional, se observa que la confianza en las comunidades se mantuvo relativamente estable. Incluso hubo un momento en el que, mientras la confianza social e institucional disminuía, la confianza comunitaria experimentaba una ligera mejora (2009-2014). Las personas que residen en comunidades con fuertes dinámicas de confianza generalmente experimentan resultados de desarrollo más favorables, especialmente entre individuos de bajos ingresos. Una comunidad robusta permite a los individuos participar en actividades orientadas al futuro, como ahorrar u obtener un título (Jachimowicz et al. 2017). 

La distribución geográfica de la población, particularmente en áreas urbanas, fomenta la formación de grupos de personas que comparten numerosas características, dando lugar a lo que comúnmente se conoce como 'comunidades'. Aunque la confianza comunitaria es importante y puede desempeñar un papel positivo en términos de proporcionar redes de seguridad, una dependencia excesiva en relaciones cercanas puede plantear desafíos cuando se combina con baja confianza social y baja confianza en las instituciones. La desconfianza en 'la mayoría de la gente' tiende a fomentar la formación de conglomerados de confianza dentro de grupos homogéneos y conduce a la desconfianza entre diferentes grupos. Si esto se suma a una falta de confianza en las instituciones, puede emerger el conflicto entre grupos. En otras palabras, si los individuos no confían en que las reglas y autoridades mediarán los conflictos de manera imparcial, las relaciones con otros grupos pueden pasar de una simple desconfianza a una situación en la que las confrontaciones políticas o incluso violentas pueden escalar. Esta creciente distancia entre grupos, no mediada por una autoridad creíble, probablemente es sea un factor que impulse la tendencia creciente a la polarización que exploramos en un G4T anterior “Conmigo o en mi contra: la intensificación de la polarización política en América Latina y el Caribe”. 

El declive en la confianza institucional, la disminución en la confianza en la mayoría de la gente junto a una confianza concurrentemente estable o incluso creciente en comunidades unidas, permiten entender la creciente distancia social y el aumento de la polarización en América Latina y el Caribe. Para que nuestras sociedades prosperen, necesitamos pensar en reconstruir la confianza en las instituciones cumpliendo compromisos y entregando resultados positivos. Los formuladores de políticas deben tener en cuenta que sus medidas no solo deben evaluarse según si solucionan o no un problema específico. También según si contribuyen a reforzar las divisiones sociales o a la construcción de 'puentes' entre diferentes segmentos sociales, considerando tanto las dimensiones socioeconómicas como geográficas.