Más que un sitio de cultivo: viveros para la resiliencia en comunidades costeras

10 de Junio de 2025
Young green plants growing in black pots under shaded conditions.

7 viveros contribuirán a la reforestación de los humedales costeros del sur de Cuba, como parte del trabajo del proyecto Mi Costa en pos de la adaptación al cambio climático de esas zonas del país.

La jornada de Maura López comienza temprano, a las siete de la mañana ya está regando las plantas. Hace un tiempo decidió sembrar flores alrededor del lugar para que, al verlas, todos sepan que estuvo allí.  

Ella lidera un grupo de cuatro personas que trabajan en el vivero tecnificado El Embarcadero, ubicado en Melena del Sur, provincia de Mayabeque. Con una capacidad de producción de hasta 20 mil plantas en tubetes, es uno de 7 viveros en 6 provincias de Cuba que en el marco del proyecto Mi Costa contribuirán a reforestar los humedales costeros como solución natural ante los efectos del cambio climático.  

Al término de su instalación, el país contará con espacios que albergarán en total 500 mil posturas de distintas especies autóctonas de dichos entornos que contribuirán a fortalecer la reforestación de 1300 kilómetros de zonas costeras al sur de Cuba. 

A woman in a purple shirt holds a young plant in a nursery with greenery in the background.

Maura López lidera un grupo de personas trabajadoras del vivero forestal ubicado en la provincia de Mayabeque.

Este esfuerzo colectivo entre la Agencia de Medio Ambiente (AMA), del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (CITMA) y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y otras instituciones, con apoyo del Fondo Verde para el Clima; busca la rehabilitación de humedales costeros para disminuir los impactos del clima sobre los ecosistemas y la vida de las comunidades en diferentes ámbitos de acción.

Según la Contribución Nacionalmente Determinada de Cuba al Acuerdo de París, se prevé un aumento del nivel medio del mar hasta 95 centímetros para el año 2100, lo cual puede provocar la pérdida del territorio donde habitan las comunidades costeras.

Por dichas razones, labores como las que realiza Maura en su vivero, logrando el éxito de llevar plantas nativas del bosque de ciénaga y del manglar, son los primeros pasos de una tarea mucho mayor en la recuperación de los servicios de los humedales costeros de Mayabeque y buena parte de la costa sur del país. 

Map of Cuba highlighting areas for coastal wetland rehabilitation with icons and labels.

Adaptarse y crecer

Las plántulas producidas en los viveros se utilizarán para reforestar y restaurar ecosistemas costeros afectados por la actividad humana indebida como son la introducción de plantas exóticas invasoras, incendios forestales, talas ilegales, entre otros.  

Dichas acciones contribuirán a restablecer sus funcionalidades y la conectividad que garantizan el mantenimiento de los servicios ecosistémicos, entre los cuales se incluyen el sustento de actividades que proveen medios de vida para las comunidades.

Como soluciones de adaptación basada en ecosistemas —un enfoque que aprovecha los servicios que brindan los ecosistemas sanos— permitirán disminuir el impacto de las inundaciones costeras debido a fenómenos meteorológicos extremos, reducir la contaminación de los acuíferos de agua dulce por la intrusión marina, entre otros efectos negativos para las personas y el medio ambiente.

“El objetivo es mejorar toda la franja hidroreguladora, el agua que llega desde la montaña hasta al mar, que es la que permite un desarrollo pleno del humedal y que este cumpla así con los servicios ecosistémicos que brinda”, explica José Miguel Guzmán, coordinador del proyecto Mi Costa.  

En estos espacios se cultivarán especies propias de los bosques de ciénaga, los cuales son fundamentales para mantener el equilibrio hídrico durante períodos de inundaciones o sequías, funcionan como filtros naturales del agua, proporcionan hábitat y refugio a una gran diversidad de especies y almacenan carbono. 

La restauración del humedal costero y su vegetación es una solución natural con probados efectos para mitigar la intrusión marina y la salinización de los suelos dedicados a la producción de alimentos, como los que integran varios de los grandes polos productivos del país ubicados en el ámbito de acción del proyecto. Además, los humedales rehabilitados constituyen en sí mismos ecosistemas capaces de proveer mejores resultados para la actividad pesquera de las y los habitantes de la zona.

Los viveros estarán distribuidos en las provincias de Pinar del Río, Artemisa, Ciego de Ávila, Camagüey y Granma, con la participación del Grupo Empresarial Agroforestal y el grupo de Flora y Fauna.  

Con los nuevos siete viveros, se habilitarán empleos para al menos 60 personas, de las cuales 32 serán mujeres.

“Antes en los viveros se trabajaba casi a ras de suelo. Eso ha mejorado, con la adquisición de los viveros tecnificados, ahora es más humano, a un nivel adecuado” comenta Maritza García, presidenta de la Agencia de Medio Ambiente (AMA) de Cuba al explicar los beneficios de los viveros tecnificados que se instalan actualmente, los cuales son más liviano, y la supervivencia de las plantas es mucho mayor.  

Entre otras acciones, el proyecto Mi Costa, contribuye a la vigilancia hidrológica que permite generar datos clave sobre la dinámica del agua, los cuales son necesarios para impulsar el restablecimiento de los flujos hídricos de las zonas costeras, incidiendo sobre los ecosistemas. Además, crea capacidades en miles de personas para actuar y adaptarse al cambio climático. 

Sembrar para cuidar la costa desde la experiencia en El Embarcadero

Entre las especies que ya se cultivan en El Embarcadero se encuentran el patabán, el mangle prieto y la yana, especies del manglar; y el algarrobo del país, árbol nativo. Todas estas plantas son utilizadas por el servicio forestal cubano en el enriquecimiento de los boques del humedal costero para la rehabilitación de los ecosistemas.  

Cada una de ellas tiene un rol para el equilibrio entre el agua proveniente del mar y el agua dulce, facilitando el funcionamiento del humedal costero, el cual reduce la intrusión marina y la contaminación de los acuíferos y se recupera el hábitat. 

El proceso de trabajo inicia con la recogida de las semillas o propágulos en el bosque de referencia, al que Maura y sus compañeras llegan cruzando el río.

“Nosotras estamos al pendiente de la semilla, la recolectamos y después tienes que sacarle la cápsula y ponerla al aire para que se seque, pero no le puede dar el sol. Hay otras semillas que llevan tratamiento pregerminativo. Todas no llevan el mismo procedimiento”, cuenta Maura con detalles. 

Además de recolectar, Maura se ocupa de llevar el control detallado de la documentación: las semillas que se siembran, dónde se cosechan, las plántulas disponibles, así como el tipo de sustrato, y dedica tiempo a escardar y realizar otras labores para mantener la limpieza del vivero.  

Cuando la planta alcanza su desarrollo óptimo, llega el momento de trasladarla al ecosistema que será rehabilitado. En el caso del mangle prieto se siembra en la retaguardia del manglar para formar una barrera natural capaz de frenar el avance del mar, contribuyendo a la adaptación de comunidades ante eventos meteorológicos extremos. “Me imagino que será impredecible, pero bueno, por lo menos estoy aportando mi granito de arena”, comenta.

Lo que parece una rutina sencilla es, en realidad, parte de un esfuerzo mayor: contribuir a la recuperación de los ecosistemas costeros del sur de Cuba y fortalecer la resiliencia en 24 municipios frente al cambio climático.