Los suelos de la Mojana, la base de una economía campesina adaptada al Cambio Climático

22 de Junio de 2022

 

La región de la Mojana representa la mayor despensa agrícola del Caribe colombiano, con aproximadamente 500.000 ha cultivadas principalmente en arroz (Oryza sativa L.), maíz (Zea mays L.) y yuca (Manihot esculenta Crantz). En esta región co-existen pequeños productores campesinos y Zenúes, que basan su sustento en la siembra de pequeñas extensiones de tierra (menos de media hectárea) o en los patios de sus viviendas; las especies más relevantes son cultivos hortícolas (ají, berenjena, habichuela, pepino, ahuyama, calabaza, cebollín, col, frijol, tomate, entre otros), cultivos anuales (maíz, arroz, yuca, plátano, frijol caupí, entre otros) y cultivos perennes (cacao, coco, cítricos, maderables, guayaba, musáceas, entre otros).  

Pero para estos pobladores, la producción de alimentos constituye un verdadero reto. La dependencia del uso de agroquímicos, especialmente fertilizantes, el escaso acompañamiento de entidades estatales en el proceso productivo y la existencia de una marcada época de lluvias, donde los suelos permanecen saturados o inundados, seguida de un período extenso de sequía, ponen en peligro su principal fuente de subsistencia.  

La dependencia de los fertilizantes químicos tiene impactos negativos en la economía de los productores y el agroecosistema de las comunidades. De hecho, uno de los rubros que más influencia los costos de la producción, son los elevados precios de los fertilizantes, que se han duplicado y hasta triplicado en los últimos años. Adicionalmente, la mayoría de los agricultores aplican dosis de fertilizantes químicos por encima de los requerimientos del cultivo, específicamente nitrógeno y fósforo.  

La aplicación excesiva de fertilizantes incrementa la degradación física, química y biológica de los suelos, debido a la disminución del contenido de materia orgánica, la acumulación residual de sales solubles y la reducción de la población microbiana. En el caso del Nitrógeno, el uso de fertilizantes a base de este compuesto provoca altas emisiones de óxido nitroso (NO2), contribuyendo al incremento del efecto invernadero y a la degradación de la capa de ozono, además, contamina el aire, disminuye la calidad de los alimentos y afecta la salud humana.  

Esto se debe a que los cultivos sólo absorben entre 30 y 50% de este tipo de la fertilización, el resto se pierde por volatilización del amoníaco y desnitrificación. Una fracción significativa del fertilizante nitrogenado, aplicado a las tierras de cultivo, ingresa a los sistemas de agua dulce y es transportado por los ríos a las áreas costeras, poniendo en peligro la sostenibilidad de los ecosistemas. 

 

¿Cómo las bacterias solubilizadoras de fósforo pueden hacer la diferencia?  

Entre los nutrientes esenciales para las plantas, el fósforo es uno de los elementos necesarios para su crecimiento y desarrollo óptimo. Interviene en la fotosíntesis, la respiración, la cadena de transporte de electrones, la biosíntesis de macromoléculas y la transducción de señales, entre otras. Además, también es importante en el crecimiento de raíces, el desarrollo de semillas y la madurez normal del cultivo.  

Sin embargo, la cantidad de fertilizantes fosforados que son capaces de absorber las plantas es mínima, debido a su fijación en el suelo en forma de complejos insolubles. Aproximadamente, el 80% del fósforo aplicado en los cultivos, no es asimilado. Gran parte de este fertilizante contamina las fuentes hídricas y los depósitos de agua en el subsuelo, produciendo impactos ambientales como la alteración la flora y la fauna, la degradación del suelo y/o contaminación de cuerpos de agua, dando lugar a procesos como la eutrofización.   

Pese a que estos impactos están ampliamente documentados en diversos lugares del mundo y de Colombia, los pequeños productores de la Mojana tienen pocas alternativas al uso de fertilizantes de síntesis química para suplir la demanda de fósforo de las plantas que cultivan, por lo que se sigue degradando el agroecosistema.  

Por esta razón, el Programa “Mojana Clima y Vida” implementado por el Fondo Adaptación, el PNUD y el Ministerio de Ambiente, en alianza con la Universidad de Córdoba, están trabajando en el diseño de estrategias agrícolas resilientes al cambio climático, en ocho municipios de tres departamentos en la región: Córdoba (Ayapel), Bolívar (Achí) y Sucre (Caimito, Gurandá, San Benito de Abad, San Marcos, Sucre y Majagual). 

 

Figura 1. Comunidades donde se tomaron muestras de suelos para estudiar sus características físicas, químicas y las poblaciones de miroorganismos en ocho municipios de la región de la Mojana.

 

El Día Mundial del Suelo y la Tierra Fértil nos recuerda que los suelos sanos son el mayor almacén de carbono terrestre. Cuando se gestionan de manera sostenible, los suelos pueden jugar un papel importante en la mitigación del cambio climático, y su conservación es la base para la adaptación de los sistemas productivos. 

En las comunidades de los municipios mencionados, se han caracterizado las plantas adaptadas a las temporadas de sequía o inundación, o ambas, así como las propiedades físicas y químicas de los suelos donde crecen y la presencia de microorganismos asociados a estas; por lo tanto, determinar si estos microorganismos favorecen o no el crecimiento y desarrollo de las plantas resilientes al cambio climático. Los microorganismos pueden ser hongos formadores de micorrizas vesículo arbusculares, hongos biocontroladores de hongos patógenos de plantas y rizobacterias promotoras del crecimiento vegetal.  

Las rizobacterias promotoras del crecimiento vegetal (RPCV) son bacterias que se asocian con las plantas y favorecen el crecimiento, rendimiento y la resistencia a las enfermedades. Estas bacterias son de gran importancia en los suelos por su capacidad para promover el crecimiento de las plantas directamente, ya sea facilitando la adquisición de nutrientes (nitrógeno, fósforo y minerales esenciales), modulando los niveles de hormonas vegetales, o indirectamente actuando como agentes de control biológico de patógenos vegetales. Adicionalmente, algunas de estas especies tienen la capacidad de producir ácidos orgánicos capaces de solubilizar el fósforo en el suelo o producir enzimas que transforman formas orgánicas del fósforo en fósforo inorgánico, utilizable por las plantas, lo que las constituye en una fuente de gran valor práctico en la agricultura sostenible.   

Pese a que, en los suelos de la zona de la Mojana, se presentan cambios extremos en su química y microbiota, debido a que anualmente están sometidos a períodos de inundación, seguidos de sequías extremas, se han encontrado poblaciones de bacterias solubilizadoras de fósforo en la mayoría de los suelos muestreados (Figura 2), lo cual demuestra la gran adaptabilidad de estos microorganismos y puede explicar en parte, la resiliencia de las plantas cultivadas en esta zona al cambio climático.  

 

Figura 2. Bacterias con capacidad solubilizadora de fósforo creciendo en medio selectivo NBRIP aisladas de diferentes suelos cultivados con plantas resilientes al cambio climático en la región de la Mojana.

 

La existencia de bacterias con la capacidad de solubilizar fosfatos en los suelos de la Mojana, es un resultado alentador que permitirá seguir indagando sobre el grado de solubilización que estas pueden realizar, las especies vegetales asociadas a ellas y los usos agrícolas que se le podría dar a este tipo de microorganismos, para que la producción de alimentos disminuya el impacto negativo que tienen los fertilizantes de síntesis química en el ecosistema de la Mojana y en la salud de sus habitantes.