La inteligencia artificial (IA) ha irrumpido a un ritmo vertiginoso. Aunque los logros de la IA acaparan los titulares, privilegian la tecnología en un vacío ficticio, oscureciendo lo que realmente importa: las decisiones de las personas.

Las decisiones que las personas tienen y pueden concretar, dentro de libertades en constante expansión, son esenciales para el desarrollo humano, cuyo objetivo es que las personas vivan vidas que valoran y que tienen razones para valorar. Un mundo con IA está lleno de opciones, cuyo ejercicio es tanto una cuestión de desarrollo humano como un medio para impulsarlo.

De cara al futuro, el desarrollo depende menos de lo que la IA puede hacer—y no de cuán parecida al ser humano se la perciba—y más de movilizar la imaginación de las personas para transformar economías y sociedades y así aprovechar al máximo su potencial. En lugar de intentar en vano predecir lo que ocurrirá, el Informe sobre Desarrollo Humano de este año plantea qué decisiones pueden tomarse para que surjan nuevas trayectorias de desarrollo para todos los países, permitiendo que todas las personas tengan la oportunidad de prosperar en un mundo con IA.