El sureste de México reúne una biodiversidad única tanto por el número de especies como por la riqueza de ecosistemas tropicales y montañosos, incluidos los sistemas lagunares y costeros. En esta región se ubica la segunda selva tropical más extensa del continente, así como la segunda barrera arrecifal más larga del mundo. Los ecosistemas naturales proveen servicios ambientales que facilitan oportunidades para lograr economías locales prósperas y sustentables que permitan la creación de empleos relacionados con la conservación y uso sostenible de la naturaleza. Asimismo, al poner promover este tipo de empleos es posible alcanzar modelos de economía circular y de bienestar en beneficio de las poblaciones en situación de vulnerabilidad, al tiempo que se generan condiciones para enfrentar los retos por el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y para frenar las altas tasas de deforestación.

Sin embargo, las comunidades rurales e indígenas que habitan en los paisajes y regiones bioculturales del sureste de México enfrentan barreras y desafíos para aumentar la resiliencia económica y socioambiental de sus cadenas de valor sostenibles. En particular, las mujeres y personas en situación de vulnerabilidad que se agrupan en organizaciones de pequeñas y pequeños productores, en cooperativas y empresas comunitarias de la economía social. Entre los retos más importantes para el proyecto, se encuentran las siguientes:

1. Falta de acceso y disponibilidad de información, capacitación y asesoría técnica adecuada para, de forma sostenible, conservar, restaurar, producir y gestionar el agua y la tierra. 
2. Las organizaciones comunitarias no cuentan con las capacidades necesarias para implementar procesos de planificación, gestión, coordinación y evaluación de las iniciativas en los paisajes terrestres desde una visión inclusiva, biocultural y de largo plazo. En específico, para impulsar iniciativas que, en igualdad de condiciones para hombres, mujeres y grupos en situación de vulnerabilidad, consideren la conservación de la biodiversidad, la reducción de la deforestación y la degradación forestal, la mejora de la conectividad de los ecosistemas y el aumento de la producción de bienes y servicios.
3. En muchas de las regiones consideradas en el marco del proyecto, el nivel de organización al interior y entre las comunidades es bajo en términos de acción colectiva para aumentar la resiliencia del paisaje. Asimismo, las comunidades cuentan con pocos incentivos para formar redes y alianzas regionales que les permitan compartir conocimientos, lecciones aprendidas e innovaciones que les añadan valor. Esta situación limita también la posibilidad de poner en práctica las mejores prácticas de producción y comercialización de bienes y servicios sostenibles, lo que beneficiaría a las economías de escala y las vincularía a cadenas de valor.
4. Existen barreras y brechas de acceso a recursos financieros para escalar y transitar a prácticas sostenibles de manejo de la tierra y los recursos, y para replicar las experiencias exitosas.
5. Poco acceso en el sector rural a mecanismos financieros innovadores como son el capital de trabajo, las garantías o créditos, por lo tanto, la participación  del sector en los diferentes eslabones de las cadenas de valor se ve limitada.

Ante estas barreras, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en México, en conjunto con el consorcio del proyecto Comunidades prósperas y sostenibles, liderado por The Nature Conservancy (TNC) México y con el apoyo financiero de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID, por sus siglas en inglés), buscan apoyar iniciativas y soluciones innovadoras y emblemáticas de comunidades locales y gobiernos estatales que tengan por objetivo detener y revertir la deforestación de bosques y selvas, generando economías locales inclusivas y sostenibles en los paisajes del sureste de México.