Ser vulnerables nos ayuda a aprender [Parte 2]

1 de Abril de 2020

En la entrada anterior te contamos cómo, desde el Laboratorio de Aceleración del PNUD en México, trabajamos para deshacernos de un tabú en el sector social: “El miedo a compartir el fracaso” y cómo esto puede ayudarnos a desarrollar mejores soluciones para los retos que supone el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Aquí te compartimos los aprendizajes del taller.

Lograr una meta se siente bien, pero diseñar procesos de aprendizaje intencionados requiere mover el enfoque actual de ver y premiar exclusivamente los resultados y poner atención en el proceso de aprendizaje. Se necesita mantener un estado de conciencia activa y ser capaces de reconocer cuando perdemos perspectiva, para poder regresar. Cuesta un poco al principio, sobre todo para quienes, a lo largo de nuestra vida, nos acostumbraron a validarnos exclusivamente a través de los resultados que generamos: pasar el examen, pasar de año, terminar una carrera, obtener el título, obtener el trabajo, etc. Así que, la próxima vez que te des cuenta de que solo estás buscando reconocimiento: ¡Deja de hacerlo! Existe evidencia que indica que, poner atención y congratularse cuando se aprende algo nuevo hace que aumente el esfuerzo, el compromiso y la perseverancia de las personas.

Hay que aprender a dimensionar el fracaso como hecho y como persona. Alguna situación pudo haber resultado en fracaso, mas no debemos dejar que las personas sientan que son el fracaso. El estado mental de “fracaso” distorsiona nuestra realidad.

En un experimento realizado en Estados Unidos se puso a un grupo de personas a patear balones a distintas distancias del gol. Después, se les pidió estimar la distancia ente los postes. Aquellas personas que fallaban, consistentemente, estimaban que el espacio entre los postes era más estrecho que aquellas que anotaban. La lección es que fallar distorsiona la percepción de nuestros objetivos y los hace ver más difíciles de alcanzar.

En espacios donde las personas no se sienten seguras de mostrarse vulnerables, es común que tomen decisiones a la defensiva. A esto le llamamos “cuidarse la espalda". Sucede cuando, aun conociendo una alternativa mejor para el proyecto, las personas deciden aquello que les protege de las posibles consecuencias negativas. Esto hace que aumenten los costos y disminuya la eficiencia de los equipos.

Otra situación que nos sorprendió fue reconocer cuantas personas padecen del síndrome del impostor. Este es un fenómeno psicológico en el que las personas sienten que, en el fondo, no están a la altura de sus responsabilidades cuando esto no es cierto. Existen de varios tipos. La perfeccionista, es una persona que no está satisfecha a menos que haga todo 100% bien, el 100% del tiempo. La súper humana, aquella que se convence de no estar a la altura de sus colegas y, a menudo, se empuja a trabajar jornadas extenuantes. La genio natural, siente la necesidad de resolver todo a la primera y siente que fracasó si no lo logra. La solista, siente que pedir ayuda revelará sus imperfecciones. Por último, la experta, aquella que se valora de acuerdo con los temas que domina y siente que nunca tendrá el dominio sobre suficientes temas para estar a la altura de su puesto. Todos estos perfiles reflejan situaciones en las que las personas se sujetan a estándares imposibles de lograr y, cuando fallan, refuerzan su sentir como impostoras.

Dos tipos de mentalidad: fija y de crecimiento

En suma, la ciencia distingue entre dos tips de personas: aquellas que tienen una mentalidad de crecimiento y aquellas con una mentalidad fija. Las primeras creen que es posible aprender cualquier cosa que se propongan si le dedican tiempo y esfuerzo suficiente. Las segundas carecen de esta convicción, creen que su potencial es fijo y no es posible ser más de lo que ya son. Resulta que, esta diferencia en mentalidad es suficiente para generar cambios observables.

En un experimento con estudiantes de bajas calificaciones, a la mitad del grupo se les dijo constantemente que, si se esforzaban, podían ser más inteligentes y a la otra mitad no. El grupo intervenido aumentó considerablemente sus calificaciones a lo largo del año en comparación con el grupo de control. Las personas con mentalidad fija se rinden más fácil ante los obstáculos, mientras que aquellas con mentalidad de crecimiento los ven como una forma de experimentar y aprender, situación que les genera resiliencia.

Por todo esto, debemos centrarnos en eliminar los espacios de daño psicológico y convertirlos en espacios de seguridad psicológica. Los espacios de daño psicológico se presentan cuando las personas sienten miedo de admitir sus errores y optan por culpar a otras. Ante esta situación, es más difícil que se socialicen puntos de vista alternativos y se sufre el “efecto de conocimiento común”, el cual es la tendencia a que la información conocida por la mayoría tenga más peso en las decisiones que los puntos de vista nuevos. Al contrario, cuando las personas trabajan en espacios de seguridad psicológica son capaces de admitir sus errores y compartir sus fracasos, lo cual permite  que se tengan más ideas sobre la mesa y se tomen mejores decisiones.

¿Qué pueden hacer tu equipo y tú?

En la práctica puedes comenzar con un ejercicio muy sencillo que no les tomará más de 30 minutos a ti y a tu equipo. Reúnanse en grupos pequeños (5 máximo). Cada uno debe pensar en un fracaso que, en menos de 3 minutos, compartirá con el grupo siguiendo la siguiente estructura:

  1. Introducción: ¿Quién era yo en ese momento?
  2. Contexto: ¿En qué consistía el proyecto?
  3. Clímax: ¿Qué hice yo que salió mal?
  4. Cierre: ¿Qué aprendí?

Para realizar de forma óptima este ejercicio es importante que las personas intenten ser humildes, vulnerables, que se generen espacios para fomentar la empatía. También, que se busque compartir más que enseñar, asumir la responsabilidad de sus errores, no culpar a otros y enfocarse en aquello que aprendieron. No busquen que la historia termine en éxito. Al final de la ronda se debe votar por la mejor historia. Como incentivo, pueden dar un pequeño premio (un chocolate, no pagar la cuenta, etc.) a la persona ganadora. Repitan periódicamente este ejercicio y verán que al paso del tiempo las personas empiezan a interesarse por abrirse a la vulnerabilidad.

También puedes utilizar este canal para compartir con nosotros ¿Conoces otros ejemplos prácticos para crear espacios de seguridad psicológica? Comparte con nosotros y te ayudamos a socializarla. En el Laboratorio de Aceleración estamos creando la red de aprendizaje sobre retos del desarrollo sostenible más grande y ágil del mundo.