Nutrir la esperanza

En el Afganistán, una cocina comunitaria sirve más que comida

28 de Noviembre de 2023
Food kitchen helpers distributing food

Tamana Akbari (derecha), una trabajadora de un comedor comunitario, distribuye alimentos a las personas afectadas por los terremotos en Herat.

Foto: PNUD Afganistán

Era un día normal en la aldea de Gharmoshak, en el distrito de Zinda Jan, provincia de Herat, cuando de repente la tierra tembló violentamente. Guldasta estaba cocinando en su casa de barro y Mohammad trabajaba en su campo. Ambos sintieron temblar el suelo y oyeron un fuerte estruendo. Guldasta salió corriendo de su casa, justo a tiempo para ver cómo se derrumbaba y se convertía en una pila de escombros.

No fueron los únicos que perdieron todo. Los terremotos de magnitud 6,3 dejaron una secuela de destrucción que afectó a 1,6 millones de personas. Más de 1.500 murieron, 11.000 resultaron heridas y los daños a las viviendas y la infraestructura fueron generalizados. Las personas sobrevivientes, principalmente mujeres y niños, mayormente vivían en tiendas de campaña, pasaban hambre, carecían de un techo y necesitaban ayuda.  

Guldasta busca entre los restos de su casa derrumbada, con la esperanza de rescatar algunas pertenencias de entre los escombros. Por desgracia, ya no queda nada de lo que tenía para satisfacer las necesidades de su familia, como 20 kilos de harina, dos sacos de trigo y otros artículos básicos. También se ha perdido el pienso de los animales.

Tiene que mantener sola a sus cuatro hijos y 13 nietos, ya que su marido es demasiado mayor para trabajar y su hijo está en el extranjero, donde trabaja sin descanso para ayudarlos a cubrir sus necesidades básicas. 

Woman standing in the rubble after earthquake

Guldasta contempla la destrucción de su casa tras el terremoto.

Foto: PNUD Afganistán

Mohammad, otro residente de la aldea de Gharmoshak, se refugia con su familia en un oscuro contenedor sin ventanas cerca de los escombros de su antigua casa. Él y su mujer habían construido su casa con amor y esperanza, pero ahora está en ruinas. Se le llenan los ojos de lágrimas al contemplar los restos derruidos de sus sueños. El desastre que destruyó su casa también causó graves heridas a su mujer.  

"Toda la comida que habíamos almacenado para el invierno fue arrasada por el terremoto", explica. "Nos hemos quedado sin nada, sin casa y sin comida en esta aldea desierta”.

En Herat, las evaluaciones inmediatas de las Naciones Unidas indican la urgente necesidad de alimentos, medicamentos y refugio. La comunidad necesita ayuda desesperadamente para reconstruir sus vidas.

A pesar de que Guldasta y Mohammad han perdido su casa, sus pertenencias y seres queridos, también han encontrado una tabla de salvación: una cocina comunitaria que proporciona comidas calientes. 

Man cleans up after the earthquake

Mohammad Sadiq, residente de Gharmoshak, intenta recoger lo que puede después de que los terremotos destruyeran la casa de su familia.

Foto: PNUD Afganistán

"No estamos solos, alguien se preocupa por nosotros" 

En medio de la catástrofe y la desesperación, desde el PNUD, a través de nuestro socio CARE Afganistán, logramos que 15 cocinas comunitarias ya existentes, dirigidas por mujeres, guisaran y sirvieran comidas calientes y nutritivas a miles de comunidades. Las cocinas comunitarias en Herat empezaron a distribuir comida el 7 de septiembre y ampliaron sus servicios el 8 de octubre para dar apoyo a las familias afectadas por los terremotos. Con 147 mujeres cocinando y tres hombres contribuyendo en la distribución, en estos momentos proporcionan más de 2.200 comidas diarias a las comunidades necesitadas. Desde que empezaron, han entregado unas 153.000 comidas calientes a personas que se enfrentan a la inseguridad alimentaria, incluyendo 13.000 familias afectadas por los terremotos. 

"Cuando nos dan una comida caliente, aunque solo sea por un momento, sentimos que nos han quitado un peso de encima. Tenemos miles de preocupaciones, pero durante ese breve espacio de tiempo podemos olvidarnos de la mayoría de ellas. Puede que no parezca gran cosa, pero en nuestras duras vidas, significa mucho. Nos muestra que no estamos solos, que alguien se preocupa por nosotros", afirma Mohammad.

Además de proporcionar comidas, las cocinas comunitarias fomentan la cohesión social y empoderan a las mujeres y jóvenes que preparan y distribuyen las comidas.

Una de las mujeres que trabaja en la cocina es Tamana. Es madre soltera y no tiene ingresos. Se sentía desesperanzada y deprimida, pero cuando se enteró de la existencia de la cocina comunitaria, decidió sumarse a ella. Hoy no solo adquiere nuevas competencias, sino que gana un pequeño sueldo. También ha hecho nuevos amigos y ha incrementado su confianza. "Ahora soy el único sostén de mi familia. He ganado independencia económica y ya no siento el estrés de no hacer nada", afirma. 

La cocina comunitaria no solo proporciona comidas, sino que también es una fuente de empoderamiento y resiliencia. La iniciativa, financiada por el Gobierno del Japón y puesta en marcha por nuuestra oficina en el Afganistán en el marco de su programa ABADEI, ha demostrado ser una tabla de salvación para las comunidades afectadas. Con 47 cocinas comunitarias establecidas en cinco provincias, donde mujeres y hombres trabajan juntos para preparar las comidas, se han superado las expectativas y ya alimentan a 86.870 personas. Las comunidades locales, las personas ancianas y las autoridades han abrazado esta iniciativa, inspirando a muchas mujeres a iniciar proyectos similares. 

Los recientes terremotos en Herat no solo han mostrado la necesidad inmediata de ayuda, sino que también han puesto de relieve los retos a los que se enfrenta el Afganistán desde hace mucho tiempo: cuatro decenios de conflicto, altas tasas de pobreza y una crisis humanitaria constante.

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