Automatización, informalidad y la urgencia de una reforma laboral que no ignore a la mayoría

30 de Mayo de 2025
Smiling man in a black polo shirt stands outdoors in a garden setting.

 

Por: Jaime Urrego y Santiago Plata

Colombia discute una reforma laboral en un momento crítico. Mientras el país intenta ponerse al día con derechos laborales más justos, la estructura del empleo nacional revela una fragilidad profunda: más del 56% de la población trabajadora está en la informalidad, sin acceso a protección social ni oportunidades reales de formación. Sin embargo, la discusión pública parece centrarse exclusivamente en mejorar las condiciones del 30% que sí cuenta con contrato y estabilidad. Esta agenda reducida beneficia a una minoría y pierde de vista los desafíos estructurales y tecnológicos que comienzan a transformar aceleradamente el mercado laboral colombiano. En lugar de anticiparse a los cambios y atender las vulnerabilidades del sistema, se insiste en ajustar lo que ya existe, ignorando a quienes realmente sostienen la economía diaria del país.

La pandemia de COVID-19 fue una primera alerta: cuando se paralizaron las actividades presenciales, los sectores más informales —comercio minorista, agricultura, servicios de comida y mantenimiento— fueron los más golpeados. Se digitalizaron procesos por necesidad, se impuso el teletrabajo en ciertas ramas, y muchos empleos simplemente desaparecieron. En lugar de haber actuado sobre esa señal de urgencia, el país vuelve hoy a una reforma que parece pensada para otro mundo, uno que no reconoce los impactos disruptivos de la tecnología.

La inteligencia artificial generativa está marcando una segunda transformación, más silenciosa y mucho más profunda. Ya no se trata solo de reemplazar tareas físicas; ahora también están en riesgo actividades cognitivas y profesionales. Y paradójicamente, las personas más expuestas a esta automatización, quienes desempeñan labores repetitivas con bajos niveles de capital humano, son las que menos posibilidades tienen de reconvertirse. En un país donde la mayoría de estos trabajos no están formalizados, la IA puede convertirse en una nueva fuente de exclusión, si no se actúa con visión estructural.

Colombia enfrenta un dilema claro: o se asume la economía 4.0 como una oportunidad para corregir desigualdades históricas, o se permite que amplifique las fracturas existentes. Y esas fracturas ya son visibles. La tasa de participación laboral sigue siendo baja, sobre todo en mujeres y jóvenes. Las brechas territoriales impiden que el acceso a conectividad y educación digital sea igualitario. Y el sistema de formación no conversa con las demandas reales del mercado: se siguen graduando profesionales que no encuentran trabajo, mientras las empresas no logran cubrir vacantes por falta de habilidades específicas.

Lo preocupante es que la actual propuesta de reforma laboral parece ignorar esa realidad. Se concentra en ajustar beneficios dentro del marco existente, sin modificar las condiciones estructurales del empleo ni plantear soluciones para quienes ni siquiera hacen parte del sistema. El riesgo es alto: dejar intacta la informalidad mientras se fortalece lo formal solo profundizará la segmentación del mercado. ¿De qué sirve modernizar derechos si la mayoría nunca podrá ejercerlos?

Una revisión de los datos recientes confirma este desajuste entre lo que la reforma propone y la realidad laboral del país. La mayoría de las personas ocupadas en Colombia se concentran en posiciones ocupacionales altamente informales, como trabajadores por cuenta propia, jornaleros o empleados domésticos, y en ramas de actividad económica con baja formalización como agricultura, comercio o servicios.

 

Bar graphs comparing distribution of income by type of activity and employment conditions.

Gráfica 1. Composición del mercado laboral colombiano por rama de actividad y posición ocupacional. Año corrido 2025.

 

Este panorama evidencia que el grueso del empleo nacional no será beneficiado por una reforma pensada exclusivamente para relaciones laborales tradicionales. Por el contrario, serán justamente estos trabajadores, los más vulnerables, los menos protegidos, quienes enfrentarán primero las presiones de la automatización y el cambio tecnológico.

De hecho, la automatización proyectada por sector con y sin IA generativa muestra que los sectores donde predominan los ocupados informales son también los más susceptibles de ser automatizados en el corto y mediano plazo. Agricultura, producción, servicios de comida, construcción y transporte presentan los niveles más altos de tareas automatizables, lo que sugiere una doble presión para la base del empleo colombiano: precariedad e irrelevancia funcional futura.

 

Graph depicting projected automation adoption by sector with and without generative AI (2023).

Gráfica 2: Adopción proyectada de automatización por sector con u sin IA generativa a 2030

 

Al analizar el potencial técnico de automatización por tipo de habilidad, se confirma que las tareas más rutinarias, repetitivas o centradas en el procesamiento de datos son las primeras en desaparecer, mientras que las habilidades relacionadas con pensamiento crítico, gestión o interacción social directa tienen mayor resistencia al reemplazo tecnológico. Sin embargo, en Colombia persiste una brecha de habilidades que impide a una gran proporción de trabajadores migrar hacia ocupaciones más resilientes. Esto refuerza la urgencia de una política integral de reconversión y educación para el trabajo.

 

Graph showing automation potential by economic sector, categorized by skill type, with colored dots.

Gráfica 3. Potencial técnico de automatización por sectores de actividad económica de acuerdo con tipo de habilidad

 

Una reforma del siglo XXI debe asumir que el trabajo no solo está cambiando en su forma, sino también en su sentido. La automatización, si se orienta con justicia, puede liberar a las personas de tareas alienantes y abrir espacios para el desarrollo de habilidades creativas, sociales y estratégicas. Pero eso requiere tres condiciones: formación pertinente, protección social adaptada y políticas activas de reconversión. No basta con esperar que el mercado absorba los cambios por sí solo. Se necesita gobernanza.

La inteligencia artificial generativa, bien utilizada, puede ser un motor de innovación y productividad. En sectores con alta formación, incluso puede aumentar el valor del trabajo humano. Pero si se deja implantar sin acompañamiento, reforzará una economía de pocos ganadores y muchos perdedores. Y los perdedores, una vez más, serán los de siempre: quienes no tienen acceso a educación de calidad, quienes viven lejos de los centros urbanos, quienes trabajan sin contrato ni red de seguridad.

La reforma laboral que necesita Colombia no es una reforma técnica. Es una decisión política. Es el momento de construir una transición justa que no solo repare lo existente, sino que transforme lo posible. Esto implica reconocer nuevas formas de trabajo, promover incentivos sostenibles a la formalización, proteger a quienes trabajan en plataformas digitales o economías no reguladas, y rediseñar el sistema educativo con rutas de certificación accesibles. No se trata de legislar para un país ideal, sino para el país real.