Sadya Touré, una voz para quienes no la tienen

17 de Noviembre de 2022
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Sadya lucha en primera línea por la igualdad y la justicia social en Malí. A pesar de las amenazas y los intentos de intimidación, la satisfacción moral de devolver la esperanza y la dignidad a muchas mujeres y niñas vale la pena para ella.

Foto: PNUD Malí

Sadya Touré forma parte de la joven generación de mujeres líderes que han decidido ser agentes de cambio en sus países y comunidades.

Desde hace varios años, esta joven activista ha estado en la primera línea de lucha por la igualdad y la justicia social en Malí. A pesar de las amenazas y los intentos de intimidación, sigue resuelta a lograr lo que considera su misión de vida.

Conversamos con ella sobre la forma en que las crisis mundiales y locales afectan a las mujeres y las niñas.


¿CUÁLES SON LOS PRINCIPALES RETOS A LOS QUE SE ENFRENTAN LAS MUJERES DE MALÍ HOY EN DÍA?
Las mujeres malienses tienen muchos retos ante sí, que las actuales crisis mundiales no hacen más que agravar. En un contexto caracterizado por la crisis de seguridad, muchas mujeres se ven afectadas por los conflictos. El cambio climático y la pandemia de COVID-19 también han contribuido a aumentar la vulnerabilidad de las mujeres.

Desde una perspectiva global, las mujeres del país se enfrentan a una serie de problemas relacionados con su condición. La primera forma de violencia es la escisión: la mujer debe sufrir en carne propia y ni siquiera debe llorar durante este ritual porque la tradición dice que hay que "sufrir para ser mujer". Yo misma tenía 4 años cuando fui víctima de la mutilación genital femenina, el acontecimiento más traumático de mi vida. No era plenamente consciente de lo que sucedía a mi alrededor, pero comprendí que no era justo.

Otro tipo de violencia temprana es el matrimonio infantil, que afecta principalmente a las niñas de 12 y 17 años. En Malí, el 55 % de las niñas contraen matrimonio antes de los 18 años y el 15 % antes de los 15, sobre todo debido al lugar predominante que ocupa la religión musulmana, pero también a la intensidad de las costumbres y tradiciones imperantes. Las limitaciones sociales, culturales y económicas también influyen considerablemente en la determinación de la continuidad de la educación de las niñas y en la obstaculización de su camino hacia la prosperidad y el desarrollo de sus capacidades.

En Malí, en muchas sociedades tradicionales, la feminidad se percibe como un destino e implica la sumisión y el perdón, como lo ilustra el proverbio bambara "Mussoya yé mougnou ni sabali yé", que significa "Ser mujer es soportar y perdonar". Este proverbio ha causado y sigue causando un gran daño a las mujeres malienses, muchas de las cuales siguen estando subordinadas a los hombres. Tomemos por caso una familia que, por falta de medios económicos, se ve obligada a sacar a uno de sus hijos de la escuela; sin duda sacrificarían la educación de la niña en favor de la del niño. Los prejuicios sociales, como "una mujer con estudios es menos mujer que una analfabeta", "una mujer culta es difícil de tolerar" o incluso "aspira a la libertad y compite con los hombres", desalientan a las mujeres que anhelan la independencia y obstaculizan realmente su autonomía y su juicio.


¿NO HAY LEYES PARA SUBSANAR ESTAS DIFERENCIAS Y PROMOVER LA IGUALDAD DE GÉNERO EN EL PAÍS?
Las leyes votadas por la Asamblea Nacional de Malí y las leyes regionales e internacionales ratificadas por el Estado tienen por objeto ayudar a las mujeres malienses a desarrollarse y prosperar. Sin embargo, la mayoría de estas leyes no se ponen en práctica porque su aplicación choca con la autoridad tradicional imperante en las zonas rurales, las normas sociales y la mala voluntad de los agentes responsables. Y aunque la violencia de género está muy extendida, el proyecto de ley que aborda esta cuestión lleva años en trámite y se considera tabú debido a que los líderes religiosos amenazan continuamente con salir a la calle si la ley se aprueba.


¿CÓMO SE PUEDE ELIMINAR, O AL MENOS REDUCIR, LA VIOLENCIA DE GÉNERO DESPUÉS DE LA COVID-19?
La lucha contra la violencia de género es una batalla cotidiana. La sensibilización y la prevención deben apoyarse en sólidos argumentos religiosos y sociales para llegar a las comunidades y permitir el cambio de las normas sociales que toleran la violencia. La prevención puede centrarse en los hombres porque son los principales perpetradores, pero también hay que formar a las mujeres para que deconstruyan las ideas recibidas y sepan reconocer las situaciones de violencia y oponerse a estas.

Además de la prevención, es urgente crear servicios y sistemas de apoyo para las supervivientes de la violencia. También debemos invertir en el ámbito jurídico; para las mujeres malienses es un verdadero reto obtener justicia y reparación. El aspecto económico es crucial porque empodera a las mujeres, dándoles la posibilidad de elegir un espacio seguro y de romper el ciclo de violencia. La creación de actividades generadoras de ingresos y el apoyo profesional son importantes, especialmente en el contexto posterior a la COVID-19 en el que muchas perdieron sus empleos, porque les abren nuevas perspectivas.


ENTRE LAS MUJERES QUE SUFRIERON VIOLENCIA FÍSICA Y SEXUAL EN MALÍ, EL 68 % NUNCA BUSCÓ AYUDA NI SE LO CONTÓ A NADIE. ¿CÓMO PODEMOS AYUDARLAS?
Romper el ciclo de la violencia y salir del matrimonio en el país es muy difícil. Ayudar a las supervivientes a buscar ayuda y a seguir adelante requiere formar a las mujeres en materia de liderazgo, autoestima y confianza, y abordar la cuestión económica. Las oportunidades de carrera o de negocio indudablemente podrían contrarrestar el impacto de las acciones de sus maridos una vez denunciadas. Muchas se abstienen de pedir ayuda debido a la estigmatización social: una mujer que lleva a su marido y al padre de sus hijos ante la justicia es considerada una mala mujer. Por eso la sensibilización sigue siendo muy importante para cambiar estos estereotipos sobre las mujeres que piden ayuda.


¿CÓMO ES LA VIDA DE UNA ACTIVISTA EN EL CONTEXTO DE LAS CRISIS ACTUALES EN EL SAHEL?
Una combinación de prejuicio y lucha. Nuestras batallas son incomprendidas y se nos acusa de ideologías inapropiadas. Y con la crisis actual, que ha propiciado sentimientos de rechazo a todo lo que viene de Occidente, los derechos humanos, los derechos de la mujer y la democracia se resienten. Ser activista ya es muy difícil, pero aún más para una mujer. El espacio público se vuelve cada vez más hostil hacia las feministas y hacia quienes promueven ideas sobre los derechos humanos. El auge de las ideas extremistas en el Sahel acentúa aún más esta tendencia.

También hacemos muchos sacrificios cotidianos tanto en el mundo físico como en el digital. En particular, las redes sociales ofrecen una sucesión de oportunidades contrarrestadas por peligros. Una simple controversia o un comentario desafortunado pueden dar lugar rápidamente a intentos de intimidación y amenazas en línea, lo que también puede convertirse velozmente en una situación de inseguridad física. Sin embargo, ofrecer a numerosas mujeres y niños una sonrisa, darles esperanza y devolverles la dignidad a través de nuestras actividades nos brinda una satisfacción moral que vale todos los riesgos que conlleva.


¿QUÉ ESPERA DE LOS GOBIERNOS, LA SOCIEDAD CIVIL Y LA COMUNIDAD INTERNACIONAL?
Esperamos que los Gobiernos respeten las leyes que favorecen la mejora de las condiciones de vida de las mujeres. En cuanto al proyecto de ley contra la violencia de género, el Estado debe imponerse y desvincular la vida cívica de la religión. También deben respetarse otras disposiciones en vigor, como el Código Penal que condena las faltas y los delitos, así como los acuerdos internacionales sobre los derechos de la mujer. La sociedad civil, por su parte, tiene derecho a vigilar y actuar. Sobre todo, tiene la obligación de mantener su independencia frente al Estado y de apoyar las aspiraciones de las poblaciones a las que sirve.

La comunidad internacional debe hacer todo lo posible para establecer partidas presupuestarias flexibles que respondan a las verdaderas necesidades de las comunidades y no imponer soluciones. De lo contrario, la asistencia para el desarrollo nunca estará al servicio de los países destinatarios. Las decisiones presupuestarias deben basarse en las necesidades, lo que difiere de las tendencias actuales. Por ejemplo, se habla mucho de la salud mental, que de hecho es muy importante, pero en nuestros contextos, las necesidades son urgentes en otros ámbitos.


¿CÓMO FUE RECIBIDA EN EL PAÍS Y EN EL EXTRANJERO SU NOVELA SEMIAUTOBIOGRÁFICA SOBRE SU EXPERIENCIA COMO "MUJER AMBICIOSA", TITULADA ÊTRE UNE FEMME AMBITIEUSE AU MALI, Y CUÁLES SON SUS AMBICIONES ACTUALES?
El libro ha sido bien recibido tanto en Malí como en el extranjero. Los lectores tienen ahora una idea de lo que significa ser una mujer africana y, en particular, maliense. Por eso, representar a la mujer maliense como protagonista de su propia vida y del desarrollo de su país transmite un mensaje positivo.

¿Mis ambiciones? A corto plazo, desarrollar y hacer crecer la asociación Mali Women and Youth Empowerment, que presido. Esto entraña la posibilidad de crear muchas oportunidades para las mujeres y niñas rurales y desplazadas con las que trabajamos. También estoy dedicada a publicar el mayor número posible de libros, porque son un testimonio intangible de nuestras vidas y de las batallas que libramos en estos tiempos.


¿QUÉ LE DA ESPERANZA RESPECTO A LOS DERECHOS DE LA MUJER Y SU PAPEL EN LA PAZ Y LA SEGURIDAD?
Cada vez hay más mujeres que han estudiado, que han cursado estudios universitarios, que viajan y están abiertas al mundo. Las redes sociales están ayudando a despertar la conciencia de muchas de ellas. Estas mujeres comprenden su contribución al proceso de mantenimiento de la paz y la seguridad y participan en la toma de decisiones respecto de las políticas que les conciernen. El reconocimiento de su contribución permitió a las mujeres estar representadas en el Comité de Vigilancia del Acuerdo para la Paz y la Reconciliación en Malí dimanante del Proceso de Argel, firmado en 2015.

Para liberarse, hay que desaprender todo lo aprendido; es un proceso largo, pero también es la vía para el verdadero empoderamiento de las mujeres. Trabajar, leer y viajar puede favorecer la salida de la violencia sistémica.

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Sadya Touré
Sadya fue miembra del Parlamento Nacional de los Niños de Malí a los 13 años y muy pronto se convirtió en una voz contra el matrimonio infantil precoz y toda forma de violencia contra las mujeres o las niñas. Actualmente preside la asociación Mali Women and Youth Empowerment, que desarrolla nuevas oportunidades de formación socioprofesional para mujeres jóvenes, niñas y mujeres vulnerables en Malí.

Sadya se formó como periodista y es la autora del libro "Être une femme ambitieuse au Mali". Utiliza su pluma para llegar a un público más amplio y ahora está trabajando en una segunda novela sobre la esclavitud basada en la ascendencia en Malí meridional.

Sadya ha sido nombrada por el PNUD para formar parte de los jóvenes líderes inspiradores de la iniciativa Generation17 por su papel en la promoción de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). También es consultora de la Comunidad Económica de los Estados de África Occidental (CEDEAO) sobre las cuestiones políticas que afectan a su país, Malí.