La evolución de la brecha digital

23 de Julio de 2021


La tecnología digital evoluciona a un ritmo increíblemente veloz en todo el mundo, pero no lo hace de manera uniforme. Alrededor del 60% de la población mundial tiene acceso a Internet, pero la mayoría de esas personas vive en países desarrollados. En los países menos adelantados, solo una de cada cinco personas tiene acceso a Internet. Esto es importante porque la educación, el trabajo y los servicios públicos dependen cada vez más del acceso a la tecnología digital. Por consiguiente, la falta de conectividad es un creciente obstáculo para el desarrollo humano.
 

Afortunadamente, hay una serie de iniciativas que intentan hacer frente a estas desigualdades. En el sector privado, la iniciativa Next Billion Users (Los próximos 1.000 millones de usuarios) de Google lleva a cabo investigaciones y crea productos para atender a las necesidades de los nuevos usuarios de Internet. Las iniciativas Project Kupier, de Amazon, y Starlink, de SpaceX, han puesto miles de satélites en órbita para brindar acceso a Internet en sitios sin conectividad de todo el mundo.
 

Los Gobiernos nacionales también están dando prioridad a las inversiones en conectividad. El programa India Digital tiene por finalidad dar acceso a Internet a toda su población, y ofrece servicios digitales bancarios, de gobernanza, de educación y de salud. Los analistas prevén que esto podría impulsar un aumento del PIB de la India de 1.000 millones de dólares de los Estados Unidos para 2025 y a la vez crear oportunidades para las personas marginadas de las comunidades rurales.
 

Las Naciones Unidas se suman al compromiso del Secretario General Antonio Guterres de apoyar el logro de la conectividad universal para 2030, como se pone de manifiesto en la Hoja de Ruta para la Cooperación Digital. La Comisión sobre la Banda Ancha para el Desarrollo Sostenible, encabezada por la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT) y la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), lleva más de una década trabajando por la conectividad universal. El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) y la UIT han puesto en marcha recientemente la iniciativa GIGA, cuya finalidad es conectar todas las escuelas a Internet, y el Servicio de Innovación de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) promueve el acceso a las tecnologías digitales para los refugiados. El PNUD lleva muchos años trabajando para llevar la conectividad a zonas remotas y poblaciones vulnerables. También fomenta los medios de vida digitales para las mujeres y está creando indicadores para medir la brecha digital de género.
 

Debe ser motivo de aliento que, en virtud de estas y otras iniciativas, el número de usuarios de Internet sigue aumentando año tras año
 

Aunque debemos celebrar estos logros, es necesario superar nuestra perspectiva de conectividad basada en si las personas tienen o no acceso a Internet, para llegar a una comprensión más matizada de las formas en que las desigualdades pueden perpetuarse o amplificarse en la esfera digital.
 

Consideremos algunos de los obstáculos que todavía persisten, aunque se disponga de conectividad básica. Aun cuando la cobertura de la red llegue a un lugar, la brecha digital puede seguir acentuándose por cuestiones de asequibilidad, accesibilidad de los contenidos y falta de conocimientos digitales.
 

En pocas palabras, no importa si una persona cuenta con cobertura de Internet si no puede pagar un paquete de datos. No importa si puede acceder a la red si los servicios públicos no están en un idioma que entiende. No importa si puede conectarse a Internet si no sabe usar un navegador. Estos son solo algunos de los impedimentos reales a los que se enfrentan muchas personas. Y los más afectados suelen ser los que ya están relegados a los márgenes de la sociedad.
 

Asegurarnos de que las desigualdades existentes no se reproduzcan ni amplifiquen en la esfera digital requiere medidas urgentes. Tenemos que trabajar para reducir la fragmentación entre la sociedad civil, el sector privado y los Gobiernos a fin de coordinar nuestros esfuerzos. Es imperativo acelerar el trabajo con nuestros asociados gubernamentales para formular políticas y ampliar programas que prioricen la inclusión. Tenemos que defender a las personas que se han quedado atrás. Es imprescindible garantizar que las oportunidades en materia de trabajo, educación y servicios públicos que puedan brindar la conectividad sean accesibles para todos.