100 segundos viviendo sobre un suelo tambaleante

Una trabajadora del PNUD comparte su experiencia durante y después del terremoto en Siria

27 de Febrero de 2023

“Quizás no recuerdo la fecha y la hora exacta, pero me acuerdo de todo lo demás". Así reflexiona nuestra colega Judi, miembro del personal del PNUD en Alepo, sobre su experiencia después del seísmo.

Foto: PNUD Siria

Somos una familia que se acuesta temprano y empieza el día apenas sale el sol en el horizonte. Mi madre, mi padre, mi hermana y yo, y nuestra adorable y tranquila perra Daisy, vivimos juntos en un pequeño apartamento. Comparto habitación con mi hermana. Hace algunos años, convertimos nuestras camas en literas para hacer espacio en el cuarto. Recuerdo entrar en la habitación, acostar a nuestra perrita junto a mi hermana y subir a mi cama. Todo parecía normal hasta que me quedé dormida...  

Me desperté aterrorizada en medio del pánico, ladridos y violentos temblores. Esperaba que solo fuera un temblor pasajero. Ya lo habíamos experimentado en los últimos meses, pero se escuchaba el ruido de los muebles al estrellarse en la habitación. Las vibraciones aumentaban cada vez más rápido. Ayudé a mi hermana a salir de la cama y seguí la voz de mis padres llamándonos por nuestros nombres.

Nos sentamos en el auto y veíamos los rostros pálidos a nuestro alrededor, siguiendo en silencio a los vecinos que se acercaban, cargados con sábanas y mantas; sus cuerpos temblaban por el frío y el miedo.

Vivo en Alepo, una ciudad que fue catalogada en 2015 como una de las más peligrosas del mundo durante la crisis siria. Nunca la abandoné y sufrí, como todo los demás, el miedo y los bombardeos. Nuestra casa fue atacada tres veces y mi dormitorio sufrió graves daños. Nos enfrentamos a la muerte en varias ocasiones, sin embargo, lo que experimenté en esos 100 segundos fue demasiado fuerte para describirlo. Una sensación de impotencia, debilidad y miedo.

 

Junto con su madre y su hermana, Judi se refugió en su auto después del terremoto que asoló Siria el 6 de febrero.

 

No he encontrado paz desde ese momento. Reviví todo el dolor que había experimentado como si los últimos diez años de guerra no fueran pocos, como si el desplazamiento, el hambre y el frío no fueran suficientes.

No sé cuántas noches pasamos en el auto ni cuánto tiempo estuvimos en la calle, pero sé perfectamente que el peligro que se nos avecina es mucho mayor de lo que imaginamos. Nos enfrentamos a una fuerza superior a nosotros, y no podemos escapar ni ser capaces de hacerle frente.

Perdiendo el sentido del tiempo y del espacio, cansada de estar preocupada y con moretones como resultado de caerme de la cama e ir sentada durante días al volante de mi auto con nuestros vecinos. Como todos los habitantes de mi afligida ciudad, hoy solo puedo rezar para que el tiempo nos devuelva a los días en que podíamos refugiarnos en una casa o en el sótano de alguien durante la guerra, esperando una intervención internacional o tal vez abandonar la provincia en la que nos encontrábamos para ir a un lugar más seguro. ¿Te lo imaginas? Los residentes de esta atormentada ciudad se debaten ahora con el destino: la guerra frente a una catástrofe natural.

Ayer fui a casa a recoger algo de ropa y unos documentos que necesitaba. Estaba anonadada y entré corriendo. Las grietas en las paredes y el techo me produjeron una sensación que no se puede describir con palabras. Me sentía abrumada y quería llorar, pero estaba en una carrera contrarreloj, así que tomé rápidamente lo que necesitábamos y me dirigí al exterior del edificio.

 

Casi 9 millones de personas en Siria se han visto afectadas por el terremoto. La ONU solicita 397,6 millones de USD para brindar asistencia de emergencia a las más necesitadas.

Foto: PNUD Siria / Adeeb Alsayed

 

Me acuerdo de mi madre arrastrando una maleta bajo la luz de las farolas. Me recordó cuando nos tuvimos que desplazar por primera vez y dejamos nuestro hogar para siempre. Salimos esa noche con la esperanza de volver en una o dos semanas. Abandonar mi hogar me sigue rompiendo el corazón incluso hoy. Crucé la entrada del edificio rápidamente, como si tuviera el cuerpo entumecido por el miedo. Salí de nuevo a la calle, buscando a mi madre entre la multitud. Tenía la llave de nuestra casa en mi mano como si fuera mi más preciado tesoro.

Las llamadas de mis amigos y seres queridos me aterrorizan. Temo que la voz al otro lado sea portadora de noticias tristes. Las redes sociales me asustan y me hacen sentir indefensa ante todo lo que ocurre. Me entristecen los rostros de los ancianos que huyen de sus casas, que duermen en el pasto frente a mi hogar, y la ansiedad de las madres que buscan leche de fórmula y pañales para sus bebés. Todos compartimos la misma vereda, el miedo, la opresión y la impotencia.

Ahora me consumen la ansiedad y los ataques de pánico. Espero que mis lágrimas borren la crudeza que viví durante esos cien segundos y las noches que le siguieron. Mi madre no deja de recordarme el día y la fecha. Me dice qué hora es constantemente y cuánto ha pasado desde aquella noche para ayudarme a recuperar la noción del tiempo y el equilibrio. El futuro incierto que nos espera a todos me asfixia y llorar es un lujo que no puedo darme.

En la mañana del 6 de febrero de 2023, varios terremotos -el más fuerte de magnitud 7,8- sacudieron el suroeste de Türkiye y Siria. Varias provincias del norte, centro y oeste de Siria se vieron gravemente afectadas: Alepo, Hama, Idleb, Lattakia y Tartous. Las zonas dañadas ya se habían visto muy perjudicadas por la guerra y acogían a un gran número de personas desplazadas internamete. Al 20 de febrero de 2023, se tenían registrados más de 1.414 muertos y 2.349 heridos, y más de seis millones de personas damnificadas.

 

Las llamadas de mis amigos y seres queridos me aterrorizan. Temo que la voz al otro lado sea portadora de noticias tristes.