Retos, Desafíos y Oportunidades para las Mujeres en Honduras a un año del Covid-19

9 de Marzo de 2021

Crédito fotográfico: Genesis Suyapa Merlo Chávez / 2021

Por: Gina Kawas, Iliana Licona y Alexa Madrid (Miembros de la plataforma de jóvenes impulsada por el PNUD a través del Informe sobre Desarrollo Humano en Honduras)   

Honduras es una de las naciones en América Latina que tiene décadas de entrar y salir intermitentemente de las listas de países más violentos y que registran una gran cantidad de feminicidios a nivel global. El contexto de la pandemia del Covid-19 y las medidas de confinamiento implementados por la mayoría de los gobiernos alrededor del mundo exacerbaron esta situación (que ha tenido efectos diferenciados según el estrato social al que se pertenezca). Según el Observatorio de Violencias contra las Mujeres, en Honduras durante el 2020 se registraron 278 muertes violentas de mujeres. Los departamentos con mayor número de muertes son Cortés, Francisco Morazán, Olancho y Yoro. Pero recordemos que la violencia no resulta solamente en muertes – la violencia contra la mujer puede tomar varias formas, incluyendo violencia psicológica, verbal y emocional. Solamente para el mes de junio del 2020 se reportaron más de 40 mil casos de agresión a líneas de emergencia.

Lamentablemente en América Latina, y en particular en Centroamérica, vivimos bajo culturas machistas y patriarcales que tienden a naturalizar la violencia, perpetuando estereotipos que se han normalizado. Por ejemplo, el hombre celoso que reclama a su pareja el hecho de tener amistades del sexo opuesto y conversar con ellos, o la narrativa que las mujeres son las que tienen que hacer el trabajo doméstico en el hogar, incluyendo el cuido de hijas e hijos.

La cultura está en el aire y crecer en ambientes segregados con roles tan marcados, provoca que los patrones se repitan y sea tan difícil cambiarlos. Según el Foro Económico Mundial, aún faltan 100 años para alcanzar la equidad de género en el mundo.

Es en este contexto en donde es importante hablar de la corresponsabilidad en el hogar. Este es un término que no es muy conocido ni practicado, ya que desde hace siglos, las mujeres han tenido “reservado” el espacio privado del hogar para ellas. Con la pandemia, el espacio laboral y familiar se ha desdibujado, obligando a las mujeres a redefinir esa doble presencia con el teletrabajo. Para poder instaurar dinámicas corresponsables en el hogar, primeramente se deben de visibilizar las labores que hacen ambos, ya que usualmente se tiende a menospreciar el  trabajo del hogar (esto aplica a parejas heterosexuales y homosexuales). El trabajo doméstico tiene mucho valor, y debe reconocerse, aunque no sea remunerado.

La falta de corresponsabilidad, entendido como la división igualitaria de funciones, ha sido una constante en nuestras sociedades pero que se ha visibilizado con la pandemia. Se han desnudado esos obstáculos y barreras que históricamente hemos tenido las mujeres. Es por eso que debemos de romper con las matrices obsoletas que nos dicen qué debemos/podemos hacer y qué no. Es con esa independencia y seguridad, que debemos acercarnos y luchar por funciones que históricamente han estado reservadas para hombres, avanzando así hacia la Honduras que imaginamos, una más igualitaria.

Claro que esto es más fácil decirlo que hacerlo. Para que realmente podamos avanzar, se requiere de un esfuerzo multisectorial; una apuesta del gobierno en políticas públicas educativas; que las contrataciones en las empresas por parte del sector privado sean bajo el lente de la paridad; y la adopción de nuevos pactos familiares que no obliguen a las mujeres a decidir entre sus carreras o ser madres. En muchas ocasiones, la presión social y/o cultural nos obliga a tomar decisiones que realmente no queremos. Y es que la mujeres hemos sido las cuidadoras por excelencia desde la época del neolítico, no solo de nuestras hijas e hijos, si no de padres, madres.

La pandemia también ha afectado desproporcionadamente a las mujeres en la parte económica, ya que son más las mujeres que trabajan en los sectores informales. Las mujeres representaron un mayor porcentaje de la pérdida de trabajos y se vieron obligadas a cerrar negocios a una tasa más alta. Muchas fueron despedidas y algunas simplemente se vieron obligadas a dejar la fuerza laboral para cuidar de sus hogares y familias, ya que muchos niños y niñas siguen sin poder asistir a la escuela o asisten virtualmente (han asumido la responsabilidad adicional de educar a sus hijas e hijos en el hogar). El cuidado infantil se volvió aún más limitado y no era una opción viable.

En este sentido, la pandemia ha evidenciado y exacerbado brechas ya existentes para las mujeres en Honduras, sobre todo para aquellas que pertenecen a grupos vulnerables y/o excluídos: niñas y adolescentes, mujeres con discapacidades, aquellas pertenecientes a minorías étnicas o religiosas y a mujeres con orientaciones sexuales o identidades de género diversas. Ser mujer en Honduras y pertenecer a estos grupos significa ser mas susceptible a abusos, explotación y violencia. Además de enfrentarse a una discriminación sistémica, las mujeres se enfrentan a un sistema judicial deficiente. Es decir que realmente no cuentan con el respaldo social ni mucho menos el institucional. La única forma de cerrar estas brechas es apostando a una educación inclusiva en todos los niveles y grupos, así como orientar a la sociedad a prácticas más tolerantes. También, exigir que las instituciones se enfoquen en esta temática, y fortalecer a las que ya lo hacen, como el Instituto Nacional de la Mujer (INAM) o el Juzgado Especializado Contra la Violencia Doméstica.

Es importante también enfocarnos en las oportunidades que se pueden desprender de esta crisis. Las mujeres saldremos más resilientes de la misma, y por ende debemos enfocarnos en romper los techos de cristal que se alojan en nuestro interior, así como explotar y creer en nuestro gran potencial. Para lograr revertir los grandes retrocesos a los que nos hemos enfrentado, las mujeres debemos exigir la oportunidad de ascender y de aceptar más responsabilidades laborales en nuestros respectivos trabajos. Las empresas deben siempre considerar a mujeres al momento de contratar, implementando dentro de sus normativas, políticas de equidad de género y paridad.

Sabemos que son muchos los desafíos que enfrentamos las mujeres en Honduras, desde el acceso a educación de calidad, acceso a internet, obtener un trabajo digno, poder caminar sin miedo en las calles, o poder costear el cuidado infantil. El gobierno tiene un rol muy importante en apoyar y defender a los colectivos de mujeres, algo que no hemos visto en los últimos años. En lugar de avanzar, vemos como se repiten sistemáticamente asesinatos de mujeres a manos del Estado. Se deben de promover mecanismos para quitar el miedo a las mujeres de poder denunciar a sus abusadores y frenar de una vez por todas los ciclos de violencia. Esto también fortalecerá el acceso a la justicia y reducirá la impunidad. La oportunidad es ahora y parte de la solución es tan simple como apostarle a las mujeres, darnos un lugar en la mesa, e incorporarnos en las tomas de decisiones. ¡Vivas nos queremos, ni una menos!