Seis cosas que no sabías acerca del verdadero costo de la moda rápida

17 de Septiembre de 2019

 

Desde blusas ombligueras hasta vaqueros para mamá y pantalones de cuero, las tendencias de moda entran en los guardarropas de todo el mundo más rápido que nunca gracias a los medios sociales, a los miles de influenciadores y a la enorme oportunidad de negocios que representa para las marcas. En lo que respecta a los consumidores, estar a la moda nunca fue más fácil. Tiendas virtuales de bajos precios permiten a los seguidores de la moda renovar sus guardarropas rápidamente y por alrededor del costo de un latte de Starbucks.

Sin embargo, esto conlleva un costo medioambiental importante. Al tiempo que la moda sustentable y ética gana terreno, la industria de la moda sigue siendo una de las más dañinas. He aquí el porqué:

1. Se confeccionan más de 100 mil millones de prendas de vestir nuevas por año

Ha pasado mucho tiempo desde que la moda seguía el ciclo de las estaciones: primavera/verano, otoño/invierno. La mayor parte de las prendas que se compran hoy son de las que se llaman moda rápida, en la que las prendas de baja calidad son confeccionadas por trabajadores a quienes se les paga sueldos increíblemente bajos de modo que las tiendas las puedan vender a precios irrisorios. La producción puede ser de hasta 50 colecciones por año. Sí, es casi una colección nueva por semana.

En términos generales, se estima que la cantidad de prendas que se producen anualmente se ha duplicado desde principios del siglo para alcanzar los 100 mil millones de prendas por año en 2014. Eso significa casi 14 prendas por cada habitante de la Tierra.

2. El algodón es el cultivo que requiere más agua

En lo referente a la materia prima que usa la industria textil, las dos categorías principales son la natural y la sintética. La mayor parte de las prendas son hechas de algodón, que aunque se comprende que los usuarios puedan pensar que es un material respetuoso del medio ambiente, definitivamente no lo es.

La producción de algodón depende mucho de los pesticidas. Aunque sólo el 2.4% de la tierra cultivable del mundo está plantada con algodón, el 24% de los insecticidas del mundo y el 11% de los pesticidas se usan en su cultivo.

El algodón es también el cultivo que requiere más agua. Se necesitan entre 7.000 y 29.000 litros de agua para producir un kilo de algodón. Esto implica un alto precio para el medio ambiente y para las comunidades que viven cerca de las instalaciones que producen algodón.

3. Miles de millones de microplásticos terminan en el océano

El poliéster, el acrílico, el nylon y otras fibras sintéticas: los consumidores las adoran en la ropa de gimnasia, trajes de baño e incluso prendas básicas como las camisetas. Estas telas se hacen con petróleo y se cree que representan hasta el 60% de la ropa que usamos.

¿Por qué es esto un problema? Según La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, el 35% de los microplásticos que llegan al océano vienen de las fibras sintéticas. Cada vez que lavamos ropa hecha con estas fibras, se deshilachan. Se pueden liberar hasta 728.000 fibras por lavado que entran en los cursos de agua y contribuyen a la polución de los océanos y del medio ambiente.

En términos generales, los microplásticos de la moda podrían ser aún más dañinos que los plásticos de la comida o de la industria del embalaje.

4. La moda tiene una enorme huella de carbono

Debido a razones económicas, la mayor parte de la cadena de suministro de moda, desde los cultivos y producción de fibras sintéticas a la costura, teñido y venta de prendas, se hace en diferentes partes del mundo. La ropa, especialmente la que venden los negocios de moda rápida, viaja miles de kilómetros por avión o barco para llegar a su destino.

Esto, combinado con la gran cantidad de energía que usa tanto la cadena de suministro como la fase de consumo, se traduce en una importante huella de carbono. Un estudio llevado a cabo por Quantis en 2018 indicó que la industria de ropa y zapatos juntos representan más del 8% de los impactos sobre el clima mundial, lo que a su vez se traduce en más emisiones de gases de efecto invernadero que todos los vuelos internacionales y viajes por mar combinados, según la Fundación Ellen MacArthur.

5. La industria crea una enorme cantidad de desechos

Producimos miles de millones de prendas nuevas por año, pero ¿a dónde van? La mayoría terminan en los vertederos. La Fundación Ellen MacArthur estima que se utiliza un camión de basura lleno de textiles por segundo.

La moda rápida alienta a los clientes a seguir comprando las últimas tendencias. La cantidad de ropa que no se ha usado en el armario del seguidor promedio de la moda aumenta constantemente.

Una familia occidental tira un promedio de 30 kilos de ropa por año. Setenta y tres por ciento de ella será quemada o tirada en un vertedero. Lo que se junta para ser reciclado (alrededor del 12%) con toda seguridad será triturado para rellenar colchones o para paneles de aislamiento o trapos de limpieza. Menos del 1% de lo que se junta será usado para hacer ropa nueva, lo que es una oportunidad desperdiciada tanto desde el punto de vista económico como del planeta.

6. Hay abusos generalizados de derechos humanos

En los últimos años, las condiciones laborales inseguras en las fábricas de ropa de todo el mundo han causado una enorme indignación. Los trabajadores a menudo son víctimas de serios abusos laborales, desde el acoso sexual y verbal hasta los sueldos bajos y la falta de protección sindical. Estos trabajadores desempeñan sus tareas con miedo e inseguridad.

Garantizar un entorno laboral seguro y oír la opinión de los trabajadores tiene que ser una prioridad de la industria de la ropa. ¿Qué podemos hacer? En tanto que consumidores tenemos un importante papel a la hora de luchar contra los efectos negativos de la moda, cambiando el modo en que compramos.

De todos modos, aunque la moda sustentable, la ropa de segunda mano y otras alternativas se están volviendo cada vez más comunes, la responsabilidad no debe ser únicamente de los consumidores. Los negocios deben asumir la responsabilidad de sus acciones y los gobiernos deben establecer reglamentaciones que responsabilicen a la industria por los daños que causa.

Para hacer frente a estos temas mundiales y complejos se requiere más que un cambio en los hábitos personales en las compras; se requiere un cambio del sistema.

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