Por qué las Instituciones Financieras Internacionales son importantes para la COVID-19

11 de Marzo de 2021

 

Hace un año, un pequeño virus llamado COVID-19 puso al mundo al revés. Lo que comenzó como la Década de Acción para los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) se convirtió en un año de una crisis global como no se había visto en la historia viva desde el final de la Segunda Guerra Mundial.

Hasta la fecha, el virus se ha cobrado más de 2,5 millones de vidas. Hay más de 113,9 millones de casos confirmados en todo el mundo según la OMS. La pandemia sigue cobrando un precio terrible en todas las facetas de la sociedad, extendiéndose como la pólvora a través de los componentes básicos del desarrollo humano.

Las Instituciones Financieras Internacionales (IFI) están brindando financiamiento de recuperación esencial en los países en desarrollo. Sus inversiones también están ayudando al mundo a cubrir un déficit de financiación anual de US$2,5 billones para alcanzar los ODS y promover una recuperación ecológica. En conjunto, los BMD habrán aportado US$230.000 millones para reducir el impacto de la pandemia a mediados de 2021, de los cuales US$75.000 millones se destinarán a los países más pobres del mundo antes de finales de 2020, según el primer informe conjunto de Contribución Multilateral de la Banca de Desarrollo a los ODS.

El PNUD ha estado trabajando con las principales IFI del mundo en la respuesta y recuperación de la COVID-19, y para volver a encaminar los ODS. Estas alianzas son vitales para los esfuerzos globales de las Naciones Unidas para responder a la COVID-19. Aquí hay unos ejemplos:

Financiamiento vital para la respuesta a la COVID-19

Desde el inicio de la pandemia en 2020, el PNUD ha firmado acuerdos por valor de US$219 millones con algunas de las instituciones financieras internacionales más grandes del mundo, como el Banco Mundial, el Banco Africano de Desarrollo, el Banco Islámico de Desarrollo, el Banco de Desarrollo de Asia, el Banco Interamericano de Desarrollo, El Banco Alemán de Desarrollo (KfW), la Corporación Andina de Fomento y el FIDA para fortalecer la respuesta a la COVID-19 en los países en desarrollo.

La mayor parte de este financiamiento ha permitido al PNUD apoyar a los socios gubernamentales en la adquisición de equipos de protección personal vitales, equipos de atención médica y experiencia en lugares como Armenia, Bolivia, Camboya, Camerún, Gambia, Granada, Guinea Bissau, Yemen, Palestina, Guinea Ecuatorial, Madagascar, México, Timor Leste, Turquía, Ucrania, Uzbekistán y Zimbabwe. En países afectados por crisis, como Yemen, el apoyo de Equipos de Protección Personal (EPP) complementó el Proyecto de Respuesta a Crisis de Emergencia de Yemen (YECRP), una asociación existente del Banco Mundial con el PNUD y otros socios de la ONU para preservar los servicios vitales de agua, alimentos, salud, educación, carreteras seguras y apoyar los medios de vida.

Datos y análisis de calidad para comprender qué se ha perdido, cuáles son las necesidades más importantes, y coordinar planes de acción para una mejor recuperación.

Los equipos de las oficinas regionales de la ONU se han movilizado a nivel mundial para evaluar y responder a la devastación social y económica causada por la pandemia de la COVID-19, trabajando con aproximadamente 97 gobiernos en cinco regiones.

Hasta la fecha, se han completado 144 evaluaciones de impacto socioeconómico en 97 países y cinco regiones. Estos han guiado a los gobiernos a navegar políticas públicas en medio de una complejidad sin precedentes. Desde julio de 2020, la ONU ha triplicado el número de Planes de Respuesta Socioeconómica –actualmente en 119– como resultado de los esfuerzos dedicados de los Equipos de las Oficinas Regionales de la ONU, dirigidos por Coordinadores Residentes, con el liderazgo técnico y el apoyo del PNUD. Se estima que el 50% de esos planes de respuesta se han desarrollado en asociación y con conocimientos del Banco Mundial y un tercio del FMI. Algunos ejemplos notables incluyen:

En Ecuador, el PNUD, en estrecha colaboración con el Banco Mundial, la Unión Europea y agencias de la ONU, ha guiado la formulación de una estrategia de recuperación, ha brindado conocimientos especializados a funcionarios gubernamentales, ha facilitado la provisión de equipos de protección para el personal hospitalario y las comunidades indígenas, y herramientas de chatbot ampliadas que brindan información sobre la pandemia y cómo evitarla, tratarla y frenarla.

En Jordania, las agencias de la ONU están intensificando los esfuerzos para apoyar la respuesta sanitaria del Gobierno, proporcionando asistencia humanitaria a las comunidades de acogida vulnerables y las poblaciones de refugiados, y mitigando el impacto socioeconómico de la COVID-19. El PNUD también apoya la eliminación y el tratamiento adecuados de los desechos médicos, como el EPP y los desechos sólidos de los centros de cuarentena —que han creado una gran carga ambiental. Esto incluye la adquisición de máquinas de esterilización para 11 hospitales públicos y la capacitación de unos 130 miembros del personal del Ministerio de Salud.

En Uzbekistán, 17 agencias de la ONU y seis IFI están trabajando para crear puestos de trabajo, volver a capacitar a los trabajadores migrantes, entregar equipos médicos y de protección y brindar información y experiencia vital a sus 33 millones de habitantes.

Mirar más allá de la crisis inmediata, hacia 2030

En noviembre del año pasado, los bancos públicos de desarrollo y los socios para el desarrollo de todo el mundo se reunieron durante la Cumbre de Finanzas en Común y firmaron una Declaración sin precedentes comprometiéndose a cambiar colectivamente las estrategias y los patrones de inversión para contribuir al acuerdo de París y al logro de los ODS, en conjunto con la respuesta a la crisis de la COVID-19. Esta es una ambición enorme, pero alcanzable.

Tres pasos críticos que los bancos de desarrollo pueden tomar para llevar a la práctica sus compromisos.

Primero, la adopción de metodologías comunes para ayudar a orientar las inversiones alineadas con los ODS. En segundo lugar, brindar acceso a una financiación sólida al tiempo que se garantiza que la deuda soberana se mantenga en un camino sostenible. En tercer lugar, catalizar una gran concentración de inversiones privadas para los ODS. Estas tres acciones concretas contribuirían en gran medida a liberar todo el potencial de los bancos para cumplir mejor los Objetivos Mundiales. Pero no sucederán sin un fuerte respaldo político. Los socios gubernamentales —especialmente los accionistas de los países de los que los Bancos dependen para el apoyo financiero— deben brindarles los medios financieros y operativos para convertirse en facilitadores de financiamiento alineado con los ODS.

El PNUD se compromete a acompañar a los bancos de desarrollo en nuestra ambición colectiva hacia la Agenda 2030 de diferentes maneras, por ejemplo:

-    Proporcionando marcos de políticas nacionales claros para los ODS: el PNUD está liderando el apoyo técnico a 52 países en desarrollo en la implementación de los Marcos de Financiamiento Nacional Integrados (INFF), en colaboración con la UE, el FMI y otras partes del sistema de las Naciones Unidas, para garantizar que el financiamiento para la recuperación de la COVID-19 está alineada con el desarrollo sostenible.

-    Mediante la identificación de oportunidades de inversión en los ODS: los Mapas de Inversores en los ODS del PNUD identifican soluciones concretas, en las que se puede invertir, a nivel de país para los Bancos Públicos de Desarrollo y la acción de otros inversores.

-    Al proponer políticas y estándares armonizados: El Marco OCDE-PNUD para el financiamiento alineado con los ODS, lanzado en noviembre pasado, brinda un conjunto ambicioso pero factible de políticas, estándares y herramientas para desplegar capital de manera que impulse el mayor impacto hacia el logro de los ODS.

La crisis de la COVID-19 es en muchos sentidos una llamada de atención —una oportunidad única en la vida para repensar cómo podemos evolucionar hacia un sistema financiero global más sostenible. Hoy, más que nunca, las IFI y los socios para el desarrollo como el PNUD deben aumentar sus compromisos —y sus alianzas— para ampliar la alineación de las finanzas públicas y privadas con los ODS si queremos realmente marcar la diferencia para ayudar a los socios nacionales a recuperarse mejor y retomar el camino hacia economías más inclusivas, ecológicas y sostenibles para 2030.