El crecimiento económico sin una acción climática ya no es posible

28 de Abril de 2020

 

Muchos coincidirán en que el bloqueo mundial como resultado del coronavirus COVID-19 le está dando un respiro al planeta, al menos temporalmente.

La productividad industrial ha disminuido y los vuelos y el transporte por carretera se han detenido, lo que ha provocado un fuerte descenso de las emisiones de gases de efecto invernadero. Esto es algo que la mayoría de nosotros jamás hemos presenciado.

Las imágenes satelitales de la NASA y la Agencia Espacial Europea muestran que la calidad del aire ha mejorado significativamente desde que comenzó la pandemia. Los modelados preliminares en la Unión Europea (UE) predicen que sus emisiones podrían disminuir un 24,4% en comparación con su objetivo de emisiones para 2020. En China, las emisiones se desplomaron a 200 millones de toneladas métricas de CO2, lo que representa una disminución promedio del 25% en febrero, en comparación con antes del brote.

La tendencia a la baja es evidencia de que se pueden lograr mejoras dramáticas y rápidas en la calidad del aire y el cambio climático. El grupo de expertos con sede en el Reino Unido,
Carbon Brief, proyecta que este período de reducción de las emisiones mundiales significará un recorte del 5,5% para fines de 2020, si la trayectoria de la pandemia continúa.

Hay una renovada esperanza de que los objetivos del Acuerdo de París, firmado en el Día de la Tierra en 2016, aún se puedan lograr: reducir las emisiones a la mitad para 2030 y alcanzar la neutralidad de carbono para 2050.

Pero los beneficios en términos de cambio climático y el Día de la Tierra 2020 vinieron con consecuencias brutales: los cientos de miles de personas que han muerto, el trauma psicológico asociado con la escalada de la violencia doméstica, la inseguridad de los medios de subsistencia familiares y los temores por la salud de los trabajadores esenciales y de la primera línea, por nombrar algunos.

La pandemia provocó que la demanda de petróleo cayera a un cero histórico el 21 de abril. A medida que los países luchan por reiniciar sus economías, las metas a nivel mundial para implementar el Acuerdo de París podrían frustrarse. Esto tendrá un gran costo para el medio ambiente si hay un resurgimiento de la demanda de petróleo barato.

A medida que las economías se recuperan, las emisiones de carbono podrían volver a los niveles previos a la pandemia, o incluso superarlas, como fue el caso luego de la crisis financiera de 2008-9, debido en gran parte a disfunciones estructurales en los mercados y sistemas financieros que no se abordaron. No repetir el pasado requiere que los países reflexionen sobre las lecciones aprendidas e inviertan en cambios sistémicos derivados del Acuerdo de París y la Agenda 2030 de las Naciones Unidas.

Lograr los Objetivos de Desarrollo Sostenible requiere superar una brecha crítica de financiamiento mundial de US$ 2500-3000 millones por año. Agravados por la pandemia, los costos de recuperación económica para un mundo mejor son casi incalculables.

Sin embargo, las semillas para el cambio se han sembrado.

El bloqueo ha permitido apreciar las posibilidades en paisajes urbanos previamente contaminados, ya que ahora vemos aire limpio, cielos despejados y el regreso de la naturaleza. La humanidad tiene la posibilidad de ver cómo podría ser el planeta si los países promueven formas de vida sostenibles.

Las personas también han demostrado grandes actos de solidaridad y han adoptado nuevos valores sociales, como aprender a vivir de manera menos extravagante y reflexionar sobre el consumismo y los estilos de vida sostenibles. Los que tienen la suerte de poder considerar sus huellas de carbono personales las han reducido trabajando desde casa, utilizando el aprendizaje en línea y haciendo pocos viajes para las compras, comiendo fuera y viajando menos.

Se requiere más cooperación global para respetar los cambios en los valores sociales y preservar los avances para el clima logrados antes de la pandemia. Esto significa trabajar aún más por una economía baja en carbono.

El PNUD, la principal agencia de desarrollo de las Naciones Unidas, trabaja con socios en más de 100 países a través de su Promesa Climática, una extensa cartera para el cambio climático mundial que ayuda a los países a abordar simultáneamente la crisis climática y la pandemia de COVID-19.

El PNUD también apoya a varios países a través de la iniciativa Solar For Health (Energía Solar para la Salud) que ha instalado más de 900 sistemas solares en centros de salud y clínicas en comunidades rurales y desatendidas en países como Angola, Chad, Liberia, Libia, Namibia, Nepal, Sudán, Sudán del Sur, Yemen, Zambia y Zimbabwe.

El año pasado, el cuidado del planeta se centraba en la protección de especies y ecosistemas. Este año, y en las próximas décadas, se debe hacer hincapié en la desinversión en combustibles fósiles, aumentar la energía renovable y trabajar con la naturaleza para fortalecer al planeta.

Se requiere una ambición renovada para reconstruir el planeta y mejorar la vida de las personas más rezagadas en el desarrollo mundial. Esto puede comenzar ahora integrando la acción climática y las soluciones basadas en la naturaleza en paquetes de estímulo, fondos de solidaridad y respuestas socioeconómicas a COVID-19.